Culminar dos años de solidaridad con Chile a través del aislamiento total de la Junta

Fuente: Correo de la Resistencia, órgano del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile en el exterior, número 9, julio-agosto de 1975, (Editorial).


Al acercarse a su segundo aniversario, tras el baño de sangre que impuso a Chile y la feroz represión que sigue ejerciendo, la Junta gorila presenta al mundo la imagen de una dictadura inestable. Las causas de esa inestabilidad no son difíciles de precisar.

Está, en primer lugar, el surgimiento y afianzamiento de la Resistencia Popular. El estado de sitio en grado de defensa interna, el toque de queda, los allanamientos, las detenciones arbitrarias, la tortura, los asesinatos, la supresión de las libertades sindicales, de prensa y de reunión; todo ello, responde a la persistencia de un movimiento de masas y de fuerzas de izquierda que Pinochet y su pandilla no han podido suprimir. Todo lo contrario, los han visto replegarse, reorganizar sus fuerzas y dar inicio a nuevas formas de lucha sin renunciar un sólo momento al ejercicio de las antiguas formas que el estrecho margen de acción les permite. El retraso de la unidad de la izquierda en un Frente Político yla dificultad de allí resultante para incorporar a él a los demás sectores antigorilas han hecho más lento y más difícil el desarrollo del movimiento de resistencia. Pero no lo han impedido y la Resistencia Popular chilena es hoy día una realidad.

Una segunda razón para la inestabilidad de la Junta reside en la fragilidad de su propia base de apoyo. El ancho bloque social que la apoyó inicialmente se encuentra hoy trizado y en proceso de descomposición. Era inevitable que ello se produjera. Desde el primer momento, se hizo evidente que el golpe militar respondía a los intereses específicos de una fracción de la clase dominante, la que corresponde al gran capital nacional y extranjero. La historia política y económica de la dictadura en sus dos años de existencia es la del afianzamiento cada vez más ostensible de la hegemonía de esa fracción de clase y la imposición siempre más descarada y prepotente de sus intereses a los demás sectores que integraban el bloque social contrarrevolucionario en un comienzo. La contrapartida necesaria de ese proceso ha sido el surgimiento de contradicciones en el seno de ese bloque y la lucha de sus distintos grupos y sectores por defenderse de la voracidad de que hace gala el gran capital.

Finalmente, un tercer factor ha influido significativamente para impedir la estabilización de la dictadura chilena: la presión internacional que han ejercido en contra de ella la mayoría de los gobiernos y pueblos del mundo. En todos los continentes, en las calles y en las fábricas, en las universidades, las organizaciones de masas y los partidos políticos, en los centros de gobierno y en los organismos internacionales, Pinochet y su pandilla han podido sentir la repulsa y el horror que su régimen antipopular y antinacional despierta. Ello les ha significado un aislamiento internacional que sería sorprendente si no estuviera tan justificado.

Significado de la solidaridad

La importancia de la solidaridad internacional en la lucha contra la dictadura es mucho mayor que la que se supone. Desde luego, mediante el apoyo político y material que aporta a la Resistencia, ella contribuye activamente para fortalecer a ésta, es decir, a lo que en definitiva será lo que derroque a la Junta gorila y libere a Chile de la cruel opresión a que está sometido. La solidaridad ha hecho todavía más: ha actuado directamente, al rescatar a combatientes encarcelados, que se han reincorporado inmediatamente a la lucha contra la dictadura (allí están, para no hacer una larga lista, los ejemplos admirables de Laura Allende y Carmen Castillo). Ha ayudado también, en la medida de lo posible, a limitar la violencia de la Junta en contra de los combatientes de la Resistencia, así como de sus familiares, incluidos los niños.

La solidaridad ha jugado además un papel de primerísima importancia, al dificultar a la Junta el acceso a fuentes de créditos e inversiones, así cómo -mediante el boicot combativo de la clase obrera internacional sus transacciones comerciales. Con ello, la política económica trazada por el gran capital nacional y extranjero encuentra obstáculos considerables para llevarse a cabo, agudizando aún más los conflictos interburgueses. Si es cierto que la crisis económica que provocó la Junta —la peor de la historia de Chile— se debe al apetito insaciable de los grandes grupos económicos internacionales y criollos, no lo es menos que ella se ha agravado debido a las deficiencias en materia de apoyo externo. Para los trabajadores, la situación no cambia, una vez que desde el principio el gran capital les había asignado, mediante la más brutal superexplotación, el papel de proveedores de enormes ganancias. Pero sí cambia para los sectores medios y pequeños de la burguesía, e incluso para una fracción de la gran burguesía: allí están para demostrarlo, las quiebras cada vez más frecuentes y los reclamos cada vez más desesperados de los que se encuentran al borde del abismó.

Otra dimensión en que la solidaridad internacional desempeña un papel relevante está en las pretensiones de prestigio que la Junta alimentaba. Para el pueblo chileno, y particularmente para la pequeña burguesía patriotera y chovinista que la apoyó inicialmente, las humillaciones y vejámenes a que se tienen que someter constantemente los mandaderos de la dictadura en el exterior representan un motivo de agravio contra la Junta. Las acusaciones de agentes del “comunismo internacional” que ésta lanza indiscriminadamente a todos los que la condenan, no tienen otro propósito que el de paliar esa situación, pero sus resultados son más bien pobres.

Por otra parte, la reprobación mundial en contra de los verdugos de Chile hace difícil al imperialismo yanqui y a los gobiernos reaccionarios de América Latina prestarle todo el apoyo que desearían. Un buen ejemplo de esto ha sido el fracaso de las negociaciones que la Junta emprendió, a principios de este año, con el Club de París, en el sentido de aplazar los pagos relativos a su deuda externa. Para no ser precipitada a una violenta crisis financiera, la Junta debió negociar en secreto con algunos gobiernos, mientras otros se negaban a hacerlo, cualquiera que fuera el procedimiento.

Las tareas de la solidaridad hoy

Para todo ello, en vísperas del segundo aniversario del régimen infamante que se ha abatido sobre Chile, todos los que solidarizan con el pueblo chileno y apoyan la dura lucha que éste desarrolla contra sus verdugos tienen el deber de redoblar su actividad y esforzarse por hacerla cristalizar en resultados aún más definitivos.

La ocasión es propicia. A pocos días de diferencia del trágico 11 de septiembre, empezarán las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El peso que allí han ganado los adversarios de la Junta, principalmente países socialistas y no alineados, así como muchos gobiernos progresistas, abre camino a que la dictadura militar chilena sea llevada al banquillo de los acusados. Los motivos no faltan, difícil sería elegir entre ellos. Pero la misma Junta ha resuelto el problema, al negarse a recibir la Comisión investigadora designada por la ONU para verificar las denuncias sobre las violaciones de los derechos humanos que cometen Pinochet y su pandilla.

En el pasado, regímenes como el de África del Sur, Rhodesia, Israel y el antiguo gobierno fascista de Portugal fueron sancionados. Se trata de precedentes suficientes como para castigar también al régimen chileno. Además ¿con qué derecho participarán los mandaderos de ese régimen en una asamblea que, entre otros asuntos, debe examinar el informe de una Comisión que tuvo su ingreso a Chile vetado por la Junta? Retirarle las credenciales que exhiben ilegalmente esos mandaderos y echarlos puertas afuera es lo menos que se puede esperar de la Asamblea.

Pero no puede ser todo. Por sus crímenes, su impudicia y su prepotencia, la Junta se hace acreedora de sanciones mucho más severas. A instancias del imperialismo norteamericano, la OEA decretó una vez el embargo contra un pueblo —el de Cuba que luchaba por su liberación y su bienestar. ¿Es demasiado esperar que los pueblos del mundo decreten el embargo económico, político y cultural contra un gobierno que ha entregado el país al imperialismo, ha reprimido las reivindicaciones más elementales de los trabajadores, ha implantado un régimen de obscurantismo y terror?

Nuestras tareas

Hay razones para creer que tales medidas vengan a ser adoptadas por las Naciones Unidas. Pero, en tanto que parte de la clase obrera internacional e integrantes de la izquierda chilena, nos proponemos ir más lejos.

Apelamos a los trabajadores de todo el mundo que hagan efectivo el boicot a todo tráfico comercial de la Junta con el exterior. Que no se embarquen ni se desembarquen mercaderías chilenas o destinadas a Chile, que se detenga la producción de artículos encomendados por la Junta.

Que los partidos y organizaciones hermanos de la izquierda chilena acojan el mensaje que les envió el Comité Exterior del MIR, proponiéndoles una acción conjunta en todos los planos para obtener la expulsión de la Junta de la Asamblea de las Naciones Unidas y lograr una resolución de embargo por parte de la ONU en contra de la misma. Que se disponga a un trabajo conjunto para llevar al proletariado internacional nuestra petición de que se aplique en contra de la Junta el más estricto boicot.

¡A culminar dos años de solidaridad con el pueblo chileno imponiendo a sus verdugos el aislamiento total de que se han hecho merecedores en el plano internacional!

Ruy Mauro Marini

También te podría gustar...