Construir y consolidar la retaguardia de la resistencia popular

Fuente: Correo de la Resistencia, órgano del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile en el exterior, número 12, mayo-julio de 1976, (Editorial).


La situación de los pueblos y las vanguardias políticas en Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil, Paraguay, sometidos al fuego cruzado de una internacional de terror orientada por el imperialismo yanqui, exige una reevaluación de las tareas de solidaridad internacional.

La Resistencia Popular en Chile, como en el resto de los países mencionados, no se detiene, sino que por el contrario encuentra permanentemente formas para enfrentar la nueva situación. A la guerra, responde con las más variadas manifestaciones del mantenimiento de la propia fuerza, primero, y luego con la consolidación política y militar de las fuerzas populares en la Resistencia. El combate, en esta parte de América Latina, parece cada vez más nítidamente a largo plazo. Comienza tal vez a perfilarse el rostro definitivo de la Revolución Latinoamericana en esta dureza de la represión, en esta infinita crueldad de la guerra antipopular, en la nueva fortaleza que adquieren las organizaciones del pueblo y sus vanguardias.

Una nueva dimensión para la solidaridad

En esta perspectiva es donde corresponde replantear la importancia de las tareas de solidaridad internacional. Nunca como ahora es preciso examinar los éxitos y los fracasos de esas acciones, para crear a partir de la experiencia recogida nuevos, más permanentes y más eficaces mecanismos de solidaridad.

Es preciso poner en concordancia la situación de enfrentamiento a largo plazo de la Resistencia con las tareas de solidaridad. En primer lugar, poniendo énfasis en el significado teórico y político de la situación de América Latina como parte de un proceso revolucionario mundial. Hoy, más que nunca, es preciso destacar el papel clave que ese escenario geográfico cumplirá, y cumple, en el proceso mundial de liberación. Precisamente por esa característica, el imperialismo define implacablemente una política continental de aniquilamiento de las fuerzas populares y de aplastamiento de las más elementales reivindicaciones del pueblo. Si América Latina es el bastión geográfico del imperialismo, la lucha de sus pueblos y los revolucionarios ataca allí donde más le duele al porvenir de la potencia imperial. Esto es importante de aclarar y difundir en el seno de los pueblos, sus organizaciones políticas y sindicales, los gobiernos y partidos progresistas de Europa, Asia, África, América del Norte.

En segundo lugar, hay que destacar las condiciones de la lucha de clases —en su diversidad— en Chile y el sur de América Latina. La consigna de Ernesto Che Guevara (“dos, tres, muchos Vietnam”) no sólo aparece más valiosa en una perspectiva estratégica, sino que la presente situación la convierte en una precisión cabal del comportamiento del imperialismo y las fuerzas represivas en cada país. Son ellos los que, de una manera u otra, están vietnamizando las condiciones del pueblo y sus organizaciones en América Latina. A esos pueblos, a esas organizaciones, es imperioso prestar el soporte activo, creador y prolongado de las fuerzas populares y progresistas de otros países. Los pueblos, y la resistencia popular, vencerán, no cabe duda. Pero los plazos dependen en una medida secundaria (¡aunque de cuánta importancia!) del apoyo consistente que desde este mismo período se les preste.

La solidaridad, territorio de la resistencia

Ambos aspectos, el significado de la solidaridad para la revolución mundial y el significado de la solidaridad para el presente de la Resistencia Popular, deben confirmarse en la idea de una retaguardia para la Resistencia.

Esa retaguardia debe ser constituida, organizada, en condiciones de crecer y cambiar cualitativamente. Y debe ser consolidada en una perspectiva de lucha prolongada.

De allí entonces la importancia de discutir y llevar adelante una nueva etapa de la solidaridad internacional con la Resistencia Popular en Chile y en los países de América Latina. Los rasgos principales de esa nueva etapa son:

– El carácter orgánico y permanente de las tareas;

– La evaluación rigurosa de su eficacia y de sus recursos;

– La calidad y profundidad políticas de su actividad;

– La capacidad teórica para difundir el significado político-estratégico que adquiere;

– La habilidad para insertarse en el seno de las organizaciones populares, partidos políticos y organismos sindicales, entidades de masa y de solidaridad en general, enriqueciéndolas con la dimensión y la importancia de la lucha en Chile y América Latina;

– La generación de acciones concretas de boicot, de denuncia, de repudio, de vigilancia y de acumulación de recursos en cada país, y

– La progresiva coordinación de las tareas y los programas de solidaridad en cada uno de los niveles en que ella puede ejercerse.

Las tareas de solidaridad internacional deben crecer y fortalecerse en esa dirección. Se trata de tejer crecientemente una vasta red de actividades, de programas y de organismos que logren finalmente conformar esa retaguardia imprescindible, hoy y durante mucho tiempo todavía, para la lucha de los pueblos en América Latina.

Se trata, en último término, de convertir el concepto de solidaridad en una realidad material, en un territorio donde las acciones de la Resistencia y de los revolucionarios encuentren a la vez el soporte para sus tareas y el aliento de un internacionalismo proletario renovado.

La estructura orgánica de la solidaridad

Los Comités de Apoyo a la Resistencia son el motor de este territorio a constituir y consolidar. Trabajan en el interior del movimiento popular en cada país: estudiantes, organizaciones femeninas, entidades de derechos humanos, y principalmente en relación con el movimiento obrero.

Los Comités estimulan, orientan, desarrollan en cada uno de esos frentes actividades de solidaridad. Se trata de profundizar el trabajo en cada frente y, a la vez, de establecer vínculos firmes y orgánicos entre ellos. Primero a nivel local, y progresivamente a escala más amplia. Es una tarea larga y exigente, porque cada frente hará acciones eficaces (desde el financiamiento hasta el boicot), en la medida en que entienda que esa acción se liga con sus propias reivindicaciones y objetivos, en la medida que asuma la solidaridad como una necesidad interna.

La clase obrera es, entre todas las fuentes y posibilidades de solidaridad, el soporte decisivo. Sólo ella, en un plano internacional, puede comprender en toda su amplitud la importancia que tiene la lucha de la Resistencia en Chile y América Latina. De y en la clase obrera pueden surgir no sólo las medidas más eficaces, sino la mayor imaginación y la mayor perduración en las tareas a emprender.

Es la clase obrera la que tiene mayor capacidad de acción, para disminuir primero y luego paralizar las fuentes de ayuda económica y militar a las dictaduras gorilas; es ella la que tiene a su alcance los mecanismos íntimos de esa ayuda: puertos, fábricas de armamentos, industrias que procesan materias primas originarias de Chile y América Latina, centros de abastecimiento y distribución de mercancías importadas de los países oprimidos.

En este sentido, el boicot es un instrumento de enormes posibilidades. La experiencia acumulada es, en este aspecto, importante. Han sido valiosos y eficaces los actos realizados en diversos países. Pero es más importante aún por la potencialidad qué demuestra poseer.

La represión en Chile y América Latina es un ejercicio militar: pero detrás de esos déspotas menesterosos están las multinacionales. Y éstas son, en todo el mundo capitalista, los principales explotadores de la clase obrera, sus principales enemigos en el campo político. El boicot agrede y debe agredir de manera sistemática no sólo a un gobierno gorila: debe hacerlo también en dirección a las grandes compañías multinacionales.

La acción de los Comités de Apoyo debe articularse en torno de ese eje fundamental que es el movimiento obrero en cada país, sin descuidar ninguno de los otros frentes. Y progresivamente ligar a estos últimos con las acciones y perspectivas de la solidaridad proletaria.

Un programa realista, un trabajo efectivo

En cada país, en cada frente, los Comités de Apoyo deben plantearse programas en términos de la conciencia real de los frentes de trabajo. Partir de esa conciencia, aún con las más modestas de las actividades, permitirá a los Comités ir desarrollando en cada nivel las características ya mencionadas.

Dentro de la diversidad por países y por frentes, debe procurarse una coordinación creciente, de acciones y de informaciones. Que un determinado sindicato, en un determinado país, sea capaz de paralizar por meses la construcción de barcos para la marina gorila en Chile, tiene un valor en sí mismo, pero más lo tiene en relación con el avance de la conciencia de otros trabajadores, de otras organizaciones de solidaridad, en otros países. Se trata de coordinar no sólo acciones, sino también información.

Los Comités de Apoyo a la Resistencia tienen entonces un enorme campo de trabajo, una gran responsabilidad política. Es necesario, antes que una única acción espectacular, un trabajo paciente y sistemático que tienda a crear las condiciones para un crecimiento sostenido de la solidaridad obrera y popular para con la clase obrera y los pueblos de Chile y América Latina.

Ruy Mauro Marini

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