Nicaragua (II): la base objetiva del somocismo
Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 2 noviembre 1977.
Al analizar la naturaleza de las dictaduras militares que oprimen actualmente a la mayor parte de nuestros países, algunos estudiosos suelen distinguir las que se han implantado en el cono sur, en el curso de los últimos trece años, y las que, desde hace más tiempo, existen en Centroamérica. En esa perspectiva, mientras que, en Brasil, Argentina, Chile, la dictadura militar consistiría en una forma de Estado tecnocrático, encargado de imprimir el máximo de racionalidad al proceso de integración de esos países a la economía capitalista mundial, las dictaduras centroamericanas se identificarían a los viejos regímenes caudillescos, propios del siglo pasado, basados en el despojo nacional y la corrupción.
La verdad es que, aunque las dictaduras centroamericanas presenten rasgos distintivos de las del cono sur; aunque propicien el saqueo del país por las compañías foráneas, y se caractericen por la corrupción más desenfrenada, no se confunden en lo más mínimo con el caudillismo decimonónico, sobre el que se ha vuelto fecunda la producción de la literatura contemporánea de América Latina. La que podría considerarse el mejor exponente de ellas: la dictadura dinástica de los Somoza, en Nicaragua, es un buen ejemplo de ello.
Vimos, la semana pasada, como la dictadura somocista es una pieza importante en el esquema estratégico militar que Estados Unidos ha establecido para el área, correspondiendo, en este sentido, a un régimen perfectamente ajustado a las exigencias de la doctrina de contrainsurgencia, aplicada por el Pentágono al conjunto del subcontinente. Si la contemplamos desde el punto de vista de su correspondencia con el desarrollo capitalista que el país ha experimentado en las dos últimas décadas, la dictadura somocista está lejos también de representar un régimen político anacrónico.
Es así como, en sus diez años de dominio sobre el país, Anastasio Somoza Debayle, continuando la tradición que iniciara su padre, no es sólo el dictador que se ocupa de atesorar dinero en los bancos extranjeros (aunque, según se estima, la mitad de su fortuna —que, según el New York Times, suma más de 400 millones de dólares— se encuentre depositada allí). Tampoco se ha limitado a adquirir tierras, aunque haya sido la ganadería lo que primero atrajo a la familia Somoza al terreno de los negocios.
Utilizando el poder del Estado como palanca, y adaptándose perfectamente al Mercado Común Centroamericano (que ha tenido su principal impulsor en las multinacionales norteamericanas que operan en el área), los Somoza se han lanzado de lleno a la promoción del capitalismo dependiente en Nicaragua. Entre las empresas que controlan, hay desde plantas metalúrgicas hasta emporios pesqueros, estaciones de televisión y sociedades de ahorro y préstamo, sin faltar, por supuesto, las compañías dedicadas a la construcción civil y a las obras públicas. Informaciones publicadas recientemente por un periódico mexicano dan cuenta de que los Somoza constituyen siete grupos económicos, estrechamente ligados en torno al Banco de Centroamérica, manteniendo además vínculos con los otros dos grupos bancarios que actúan en el país, relacionado uno con el Wells Fargo Bank y el otro, con el Chase Manhattan Bank.
El capitalismo dependiente nicaragüense, como cualquier otro de su clase, tiene como contrapartida indicadores sociales que hablan por sí. La mortalidad infantil alcanza allí la cifra del 130 por 1,000 nacimientos, una de las más altas del mundo, 70% de la población es analfabeto y, en 1974, de los 330,000 niños en edad escolar, sólo el 5% alcanzó a superar el sexto grado. En Managua, donde se concentra el 25% de la población del país, el 87% de las viviendas carece de servicios básicos (agua, luz, drenaje y alcantarillado) y, en las zonas dichas marginales, el desempleo castiga al 50% de la población adulta.
Es en este sentido que, como señalamos anteriormente, la dictadura somocista representa la expresión concentrada del capitalismo dependiente nicaragüense. Es por esto también que, en su estrategia de lucha, los revolucionarios sandinistas, al plantearse el derrocamiento de la dictadura somocista, lo hacen en tanto que etapa necesaria para la erradicación de lo que ella representa. Y lo que expresa el somocismo es la síntesis de la explotación y la opresión que pesan sobre el pueblo de Nicaragua.
Ruy Mauro Marini