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¿Recuperación en EU? Energía, armamentos y desempleo

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 21 diciembre 1977.


Las crisis políticas que venían sacudiendo a la sociedad norteamericana, que el presidente Carter, con su imagen liberal y su nuevo lenguaje, había logrado conjurar hasta ahora, apuntan nuevamente en el horizonte. Esta vez, no son el resultado de un proceso de gradual descomposición política, como las anteriores, sino que el fruto del agudo enfrentamiento entre poderosos grupos económicos, que la política económica del Gobierno propicia. Paralelamente, cunde el descontento entre la población negra y sectores trabajadores en general, ante el costo social que dicha política implica.

El plan energético de Carter es un buen ejemplo de cómo la política económica de Carter choca a ciertos grupos capitalistas. Con el objeto de forzar la restricción del consumo interno de petróleo (según el secretario de Energía, James Schlesinger, para el año 2000 Estados Unidos sólo debe depender en 50% del petróleo y el gas natural), el plan propone elevar el precio de los autos de mayor cilindrada, utilizar fuentes alternativas como el carbón, tanto para uso industrial como doméstico, y desarrollar la energía nuclear. Con ello, golpea los intereses de los monopolios norteamericanos tradicionales, particularmente los que operan en la rama petrolera y automotriz.

El debilitamiento de las industrias tradicionales tiene como contrapartida la persistencia del desempleo, cuya tasa será del 7% este año, dejando atrás el 6.5% que Carter había prometido. Para la población negra adulta, la tasa es del 14% y, para los jóvenes negros, llega al 40%. Es interesante observar que la propuesta de los senadores Humphrey y Hawkins, que planteaba alcanzar el pleno empleo en el año de 1979, sólo fue aceptada por Carter cuando la fecha se pospuso para 1983, es decir, para después que Carter haya terminado su mandato.

Si en la producción de energía la política económica de Carter apunta a reforzar a las industrias de punta, particularmente la nuclear, que absorben poca mano de obra, ello se vuelve aún más evidente si se toma en cuenta otro sector, que está recibiendo atención especial: la industria bélica. En noviembre pasado, ello quedó en evidencia cuando el secretario de Defensa, Harold Brown, presentó un presupuesto para 1979 del orden de 130,000 millones de dólares, superior en 13,000 millones al actual. La propuesta se justificó arguyéndose que se destinarán mayores recursos a la Agencia de Energía Atómica, se incrementará la producción del misil Crucero y se cubrirán gastos de investigación destinados a un bombardero similar al rechazado B‑1.

La línea armamentista norteamericana se orienta, pues, claramente, en dirección a la producción sofisticada. Esto se había visto ya en octubre, cuando el Senado aprobó créditos por 37 millones de dólares para acelerar la producción de bombarderos estratégicos y del Crucero. Asimismo, en el presupuesto de 1978, se han destinado 22,600 millones de dólares a la bomba de neutrones. Cuantiosos recursos se han dedicado también para la construcción de los cohetes MX, poderosos misiles de ojiva múltiple, instalados en rampas móviles de 15 a 20 kilómetros.

Es así como, a medida que se deshace, por la fuerza de los hechos, la imagen que Carter procuró forjar en su campaña electoral, crece la decepción entre los que lo apoyaron, y se agudizan nuevamente las tensiones en Estados Unidos. El pequeño margen de maniobra que le deja la crisis económica, bajo la competencia cerrada de Alemania Federal y Japón, no hace sino acelerar la definición de una política económica, que divide a los capitalistas y vuelve contra el Gobierno amplios sectores trabajadores, Es improbable que James Carter pueda disfrutar de un feliz 1978.

Ruy Mauro Marini


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