La importancia de la solidaridad internacional activa para el triunfo de la resistencia popular

Fuente: Correo de la Resistencia, órgano del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile en el exterior, número 7, marzo de 1975, (Editorial).


En el momento en que redactamos estas líneas, se ignoraban todavía los resultados de la reunión del Club de París donde los acreedores europeos y Estados Unidos deberían decidir sobre el pedido de renegociación formulado por la Junta militar chilena respecto a la parte de su deuda externa vencida este año.  Aún la fecha de la reunión era desconocida: citada inicialmente para el 13 de marzo, ésta había sido pospuesta sin fecha fija, pero —según información oficiosa que circulaba en Santiago— debería realizarse entre el 23 y el 27 del mismo mes.

Aparentemente, las razones del aplazamiento se han derivado de que muchos países no habían fijado todavía su posición y del impacto provocado por la decisión del gobierno laborista inglés, que atendiendo a una recomendación de la conferencia anual de su partido, decidió no participar en la reunión (sumándose así a Italia, que no había participado ya en la reunión de 1974). No hay que olvidar que la Gran Bretaña, seguida inmediatamente de Alemania Federal, es uno de los principales acreedores de la junta, precedida tan sólo, de Estados Unidos, al que corresponde el 46% del total de la deuda externa chilena.

Del 74 al 75

Se observa, pues, que el ambiente en el cual se desarrollan las negociaciones preliminares para la reunión del Club de París es distintas a las del año pasado.  En aquel entonces, pese a la amplitud del movimiento de solidaridad con el pueblo chileno existente en Europa, la reunión pasó casi desapercibida, permitiéndole a la Junta obtener condiciones extremadamente favorables para la renegociación, mucho mejores que las que se habían acordado al gobierno de la Unidad Popular en 1972.

Para ello concurrió el hecho de que la misma izquierda chilena no fue capaz de darle una orientación más precisa al movimiento internacional de solidaridad, habiendo incluso sectores en la izquierda chilena que dudaban en exhortar abiertamente al bloqueo económico y financiero de la Junta, con recelo de la explotación propagandística interna que ésta pudiera hacer de tal actitud.  Felizmente, ese recelo ha dado paso posteriormente a la certeza de que hay que presionar por todos los medios a un gobierno rechazado por la inmensa mayoría del pueblo chileno.

Este año la Junta se encontró, pues, con condiciones mucho más difíciles para renegociar su deuda externa.  Esto fue admitido por el mismo ministro de Coordinación Económica de la dictadura, Raúl Sáez, quien —tras un viaje de sondeo efectuado a Europa— reconoció el 23 de diciembre las dificultades encontradas, declarando enfáticamente que “nosotros estamos en este momento sometidos a un ataque organizado en todo el mundo y de ello no hay ninguna duda”.  Sin embargo, Sáez no pudo dejar de revelar también una de las razones de fondo de ese “ataque”, al decir que las presiones ejercidas sobre la Junta por los países europeos iban en el sentido de la liberación de los prisioneros políticos chilenos.

La economía de los gorilas

Sería, en efecto, un error creer que las dificultades encontradas por la Junta para renegociar su deuda se deben tan sólo a la acción más decidida de la izquierda chilena.  El horror que despierta en el mundo los crímenes y atrocidades que comete la dictadura, violando a diario los derechos humanos más elementales, se constituye de por sí en una razón poderosa para suscitar la indignación mundial y obstaculizar formas abiertas de colaboración con ella.  Hay además otras razones para que ello sea así.

Desde luego, está el incumplimiento por parte de la Junta de las obligaciones por ella contraídas.  Una de las exigencias del Club de París en la sesión de 1974, fue, por ejemplo, la de que la inflación se limitara a un 50% al año; sin embargo, este límite ha sido totalmente desbordado, como lo reconoce la misma Junta (aunque admita una cifra de 375.6% contra el Banco Mundial, que estimó la inflación chilena el año pasado en 600%).  Señalemos que, según datos oficiales, el alza de precios de los bienes de consumo necesario fue muy superior al alza general, como lo demuestra el caso de los alimentos, que aumentaron en 1974 en 1,241%.

Por otra parte, la Junta no ha podido ocultar el destino que da a las facilidades externas que se le proporcionan: aumento de los gastos militares, traspaso a título de indemnización a los monopolios extranjeros e importaciones de bienes de lujo.  Es así, como el ítem relativo a los gastos militares ascendió a más del triple, pasando a corresponder a un 20% del presupuesto público y dando lugar a compras millonarias de armamentos en el exterior; los trusts imperialistas expropiados por el gobierno de Salvador Allende se han visto beneficiados con jugosas indemnizaciones (251 millones de dólares para la Anaconda, 125 para la ITT, 69 para la Kennecott y 42 millones para la Cerro); las importaciones de televisores, automóviles, yates y otros productos suntuarios han registrado un alza espectacular.

Desempleo y miseria

Ante tal despilfarro de recursos, no sorprende que la inflación haya alcanzado los niveles actuales y que las actividades productivas se hayan deteriorado, manteniendo el capital en la órbita de la especulación (v.  “Situación política”).  El producto nacional bruto de 1974 se estancó al nivel del relativo al año anterior.  Comparados los primeros diez meses del año con los de 1973, la producción industrial disminuyó en aproximadamente 2%, descenso que en las ramas productoras de bienes de consumo necesario fue del 30%.  En consecuencia, se incrementaron los índices de desempleo, según lo admite la misma Junta, que reconoce una cifra de 10% de desocupados en la población activa, mientras los expertos estiman que hay que hablar de por lo menos 20%.

El impacto de esa situación, acentuada por la política salarial brutalmente explotadora, ha sido el agravar las condiciones de miseria de la población.  El hecho de que el 5%de ésta, esté recibiendo el 50% de la renta nacional ya lo demuestra.  Pero se hace aún más evidente cuando consideramos los resultados de las encuestas realizadas por la Confederación de Empleados Particulares de Chile (CEPCH), organización amarilla adicta a la Junta.

Estimando el gasto mínimo de un empleado particular con tres cargas familiares (y poniéndolo muy por debajo de lo que es el gasto mínimo real, una vez que excluye alimentos como porotos, manteca y café, gastos de colegio y recreación), la CEPCH constataba que el salario mínimo era incapaz de satisfacerlo en un 51.2% en febrero de 1974, un 63% en junio y un 69.7% en octubre (en este último mes, se tenía un gasto mínimo estimado en 255.650 escudos ante un salario líquido de 77.320 escudos).  Es decir, mientras en febrero el gasto mínimo duplicaba el salario líquido del empleado particular medio (diez años de servicio, una mujer y dos hijos), en octubre más que triplicaba.  Imaginemos ¡qué no mostraría una encuesta similar para los obreros y campesinos, así como los empleados más pobres, de los cuales cerca del 50% se mantienen al nivel o por debajo del salario mínimo!

Solidaridad y Resistencia

Se comprende, en estas condiciones, que los trabajadores y la inmensa mayoría del pueblo chileno rechacen un gobierno que patrocina una situación económica tan monstruosa y se sumen, de manera cada vez más activa, al Movimiento de Resistencia Popular.  Pero se entiende también por qué los pueblos, las organizaciones y gobiernos revolucionarios, progresistas o simplemente democráticos adopten una actitud cada vez más decidida en favor del bloqueo económico a la Junta gorila, coincidiendo pues, con la lucha desarrollada por el propio pueblo de Chile.

La acción sistemática que se ha desarrollado en el exterior para impedir la renegociación de una parte de la deuda externa de la Junta, por el Club de París, ha demostrado que existe un punto de coincidencia objetiva entre la solidaridad internacional y la Resistencia; y que la primera, tiene un papel activo a desempeñar en el sentido de favorecer la victoria del pueblo chileno.  Cortarle el aliento a la junta en el plano financiero, corresponde a negarle facilidades para seguir desarrollando una política económica contraria a los intereses populares y favorable a los sectores privilegiados y a los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros que operan en Chile.  Significa por tanto acelerar el proceso de crisis que la Junta está viviendo y retirarle su razón de ser, pues sólo en la medida en que sirva a estos grupos y sectores privilegiados y promueva la opresión y explotación de las amplias masas, esa Junta puede seguir existiendo.

De la misma manera, ligar la lucha por el bloqueo económico con la defensa de los Derechos Humanos es otra forma por la cuál la solidaridad internacional se vincula activamente con la Resistencia Popular chilena.  En efecto, para mantener un sistema económico tan odioso, la Junta recurre necesariamente a la represión; encarcelando, torturando y asesinando a los que manifiestan su oposición a ella.  La defensa de los Derechos Humanos, la lucha por la liberación de los presos políticos, la denuncia incesante de los brutales métodos represivos de que los gorilas echan mano, particularmente hacia los que son la expresión más legítima de la Resistencia: los presos no reconocidos, es una tarea en que la solidaridad internacional tiene un papel de primerísima importancia.  Su relación con el bloqueo económico es evidente, ya que, en la medida en que actúa como instrumento del gran capital nacional y extranjero, es en lo económico que la Junta tiene su punto más sensible y es por allí donde se la puede presionar mejor.

En esa vinculación cada vez más estrecha entre la solidaridad internacional y la Resistencia Popular, la izquierda chilena está obligada a asumir una posición activa, informando, asesorando y orientando el movimiento internacional de solidaridad.  Aquí, como en todo lo que se refiere a la lucha contra la dictadura gorila, no puede tener cabida el sectarismo estrecho, las rencillas seudopolíticas, las pretensiones de hegemonía.  Insistir en ello y boicotear la unidad de acción es exponerse a aparecer, más temprano que tarde culpables de traición a los ojos de las masas trabajadoras de Chile.

Ruy Mauro Marini

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