El avance de la resistencia en Chile exige el trabajo de retaguardia
Fuente: Correo de la Resistencia, órgano del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile en el exterior, número 17, enero-febrero de 1978, (Editorial).
El año 1977, principalmente su trimestre último, cambia el rostro de la sociedad chilena. El movimiento de masas y la Resistencia Popular emergen con fuerza autónoma a la escena política chilena. La lucha ya no está restringida al debate, a la pugna entre las distintas fracciones burguesas, por ubicarse en las posiciones privilegiadas en la explotación y obtención de beneficios en la nueva economía y en el control del nuevo estado monopólico. Los trabajadores y el pueblo, con las banderas del lenguaje de la Resistencia Popular, resurgen como fuerza independiente en la lucha contra la dictadura y por la democracia política.
El reflujo quedó atrás. Comienza un nuevo flujo, lento todavía, pero que demuestra la capacidad de la lucha y las potencialidades de la Resistencia y la revolución chilena.
Comienza un nuevo flujo
Los trabajadores chilenos vivieron un largo período de reflujo, que siguió a la derrota de septiembre del 73. Sin embargo el movimiento de masas supo mantener siempre un nivel de actividad de resistencia, aún en los momentos más difíciles, la contrarrevolución jamás pudo aplastar plenamente a las masas y la Resistencia.
El segundo semestre del 77 y, principalmente el último trimestre del año marcaron un punto de inflexión y señalan un cambio cualitativo en el comportamiento del movimiento de masas y la lucha de Resistencia. En efecto, es a partir de esa fecha cuando, en forma más o menos generalizada, se produce el choque del movimiento sindical y de masas con la envoltura, y los límites legales y semilegales y el liderazgo en que, hasta ese momento, se desenvolvía la lucha.
Ese proceso se fue reflejando en los años anteriores, en el desprestigio de las direcciones amarillas del aparato sindical de la dictadura y, en los meses precedentes, en la creciente impotencia de los dirigentes sindicales ligados al PDC y la oposición burguesa. La fuerza de la protesta obrera fue sobrepasando los cauces tradicionales de la acción reivindicativa y de la lucha gremial, haciendo emerger nuevas formas de organización y lucha y un nuevo liderazgo desde las entrañas mismas de la Resistencia. Así lo muestra, sobre todo, la huelga del Teniente la gran minería del cobre, pero también las luchas del hierro, el carbón, la CAP, los portuarios, la industria de alimentos, las organizaciones campesinas.
En efecto, los obreros de vanguardia y avanzados, que conforman en Chile una capa muy extensa y de antigua arraigada filiación izquierdista, han comenzado a tomar el relevo en la dirección de la lucha sindical clandestina y abierta, por donde se vierten la Resistencia Popular. Del mismo modo el sabotaje —a través del trabajo lento, trabajo a desgano, trabajo mal realizado, trabajo a tristeza, como lo denomina también la resistencia argentina— ha ganado fuerza al tiempo que el sabotaje mayor ha dado pruebas de mayoría de edad, con la quema en dos ocasiones de las bodegas de La Papelera, en la que se almacenaba papel corrugado para la exportación, con las voladuras por medio de cargas de dinamita de las vías férreas que unen Santiago-Valparaíso y Santiago-San Antonio, en horas en que el FFCC transporta fruta, productos hortícolas, vinos para la exportación, que el pueblo no puede consumir, y con el incendio del frigorífico de Valparaíso, que sirve de centro de abastecimiento de productos agrícolas y alimenticios destinados al mercado externo.
Por otra parte, las formas primarias de la propaganda armada continúan desarrollándose, llegando a tomar en los últimos meses un carácter más amplio, tanto por la vía de colocación de bombas de hostigamiento y bombas de propaganda, como por la intensificación de las acciones de guerra sicológica; el desarme de policías para proveerse de armamento; pequeñas expropiaciones de centros de abastecimiento y algunas acciones de reparto de alimentos en barrios populares.
Estas acciones de propaganda armada, inscritas en el proceso de recuperación de las luchas obreras y populares, de inicio de un nuevo flujo de la actividad de las masas, golpean personeros de la dictadura, instituciones del aparato estatal, y el sector formado por altos mandos de las FFAA y agentes y representantes del capital monopolista, señalando claramente a los enemigos del pueblo, mostrando la vulnerabilidad de la represión, de las FFAA, sus aparatos y maquinarias de represión. Al mismo tiempo, estas acciones van acrecentando la fuerza de la Resistencia que se muestra cada vez más capaz de actuar en el terreno político y en el campo de la lucha militar, mediante la propaganda armada.
La resistencia clandestina se amplía, la organización de sectores significativos de las masas en Comités de Resistencia, Centros de Fábricas, Grupos de Resistencia crece y se extiende. La dictadura y sus aparatos de represión no se enfrentan ya sólo a las organizaciones del Partido, sino a un auténtico movimiento de resistencia popular.
Este nuevo ascenso de las luchas obreras y populares en Chile, este fortalecimiento de la actividad del movimiento de masas, genera inmejorables condiciones para levantar y desarrollar una alternativa propia de lucha por la democracia política y por el derrocamiento de la dictadura, apoyándose en el movimiento real de la actividad y la iniciativa de las masas.
La institucionalización de la contrarrevolución
El capital monopolista criollo y el imperialismo, para afianzar su dominación impulsan hoy la institucionalización del régimen de excepción, en el camino de la institucionalización, legalización y legitimación del nuevo estado monopólico que se esfuerzan en estructurar y consolidar. El tránsito hacia la consolidación de un nuevo modelo de acumulación y del nuevo estado monopólico y de la contrainsurgencia genera, al interior de las clases dominantes, y principalmente de los grupos monopólicos, una lucha por ocupar las posiciones más ventajosas en el aparato productivo (ramas más rentables) y por lograr el control del aparato estatal. En ese contexto es donde hay que analizar las pugnas interburguesas.
El proceso de institucionalización, que implica la creación de un consenso mínimo entre las fracciones burguesas y el propio imperialismo, así como el marco permitido para la lucha interburguesa, conlleva de forma natural una cierta limitación de las iniciativas de Pinochet y de su poder omnímodo. La institucionalización implica dialécticamente, el debilitamiento de Pinochet y el fortalecimiento de la contrarrevolución. Sin lugar a dudas, el “ideal” burgués, tanto desde el punto de vista interno como internacional, sería llevar adelante la fase de institucionalización sin la figura del desprestigiado y odiado dictador. Pero ello no es posible. Y ha sido el propio Pinochet quien se ha encargado de recordárselo a los miembros de la Junta y a la alta oficialidad de las FFAA, al capital monopolista, a la oposición burguesa y al Departamento de Estado norteamericano. Tal es la lógica interna del plebiscito, que, mascarada y todo, ha mostrado la hegemonía indiscutida de Pinochet en la Junta, la subordinación y hasta el aplauso del grueso del capital monopolista, y la impotencia de la oposición burguesa, al menos en la arena de la política doméstica.
Pero, ahora, Pinochet sabe que cederá el poder político a mediano plazo, y que su tiempo de duración política depende de su habilidad para conducir, desde arriba, el proceso de institucionalización. Después del plebiscito, Pinochet se abrirá a un nivel de mayores concesiones en el terreno de la institucionalización, aunque manteniendo en lo esencial el control de la situación y fijando con mano militar el marco y los límites permitidos al juego interburgués. Lo que podríamos denominar el ala centro izquierda de la contrarrevolución: el freísmo DC es hoy golpeado y reprimido sin contemplaciones.
La oposición burguesa y el papel del freísmo
La lucha interburguesa, hoy en Chile, se libra al interior de la contrarrevolución; es una disputa entre los propios grupos monopólicos, que pugnan por someter la economía y el Estado a sus intereses. Hay que comprender que, en esta lucha, algunas fracciones del capital monopolista buscan su punto de apoyo directo y exclusivamente en los militares, mientras otros tratan de desarrollar un esquema que implica apoyarse también en un movimiento policlasista, reclutar adeptos entre la pequeña burguesía y sectores populares.
En este contexto, el freísmo DC se presenta y funciona como aparato político, como partido político del gran capital, esforzándose por reganar la confianza de éste, del Departamento de Estado, y al mismo tiempo, lograr apoyo popular. Buscar la alianza hoy con el freísmo para derrocar a la dictadura es no entender nada de lo que pasa en Chile, es en definitiva pretender aliarse con un ala de la contrarrevolución para llevar al cabo la lucha en contra de ésta.
Pero, en el seno del PDC, partido pluriclasista, se produce una vez más, como entre septiembre de 1973 y marzo de 1974, un desplazamiento hacia la izquierda de la pequeña burguesía democrática y su base popular. Esta situación crea condiciones objetivas favorables para arrastrar a amplios sectores del PDC al campo de la Resistencia Popular y evitar el reforzamiento de la oposición burguesa freísta.
Una alternativa democrática independiente
En la fase que dure el proceso de institucionalización, en tanto que transición hacia el nuevo estado monopólico, se abre un período favorable a una acumulación de fuerzas más rápida, por parte de la clase obrera, el pueblo y la Resistencia Popular. El movimiento de resistencia popular se perfila, hoy, como la única alternativa real para las masas, frente a las disputas de los grupos monopólicos por ocupar posiciones privilegiadas en el control y usufructo de la economía y el Estado. La elaboración e implementación, a partir de la propia experiencia de estos cuatro años de lucha, de una táctica correcta en la lucha democrática independiente, es tarea urgente de la izquierda y la Resistencia.
Sólo la unidad de la izquierda y la acción común con el PDC, deslindando aguas con el freísmo y las alternativas del capital monopólico pueden contribuir a forjar más rápidamente esta alternativa política autónoma. Estamos seguros que a este proceso contribuirá poderosamente el fortalecimiento de la actividad del MIR en Chile, la convergencia de las fuerzas revolucionarias, principalmente MAPU, PS (C) y MIR, y la unidad por la base que crece y se extiende entre los militantes del MIR, PC, PS, MAPU, PS (C), IC, MOC, PR, DC e independientes.
Homenaje a los combatientes caídos
En el curso de los últimos meses, y en respuesta a la potente recuperación del movimiento de masas, el rápido crecimiento de la actividad de los partidos de izquierda, principalmente del MIR, y el desbordamiento del marco permitido al juego interburgués, por la oposición burguesa democratacristiana, la dictadura lanzó una feroz ofensiva, orientada a atemorizar a las masas y desarticular los niveles de organización y lucha alcanzados por la resistencia y los partidos. Del mismo modo, se buscaba fijar el límite permitido a la pugna interburguesa.
En esta escalada represiva, ha encontrado la muerte en combate un contingente destacado de cuadros, dirigentes y combatientes del MIR y la Resistencia.
Germán Cortés, miembro del CC y de la Comisión Política del MIR, constructor infatigable del partido en la clandestinidad, organizador de la resistencia, propagandista, impulsor de la lucha legal, semilegal y clandestina, jefe de acciones de propaganda armada, muerto en combate en las calles de Santiago. Augusto Carmona miembro del CC del MIR y del Secretariado Interior, dirigente clandestino del Partido y la Resistencia, periodista revolucionario, hábil organizador del partido en la clandestinidad, paciente forjador de cuadros.
Enrique López, militante destacado del MIR, propuesto a suplente del CC del partido, combatiente internacionalista español, dirigente cristiano de la Resistencia Popular, organizador y constructor del partido en Santiago y Valparaíso, que murió defendiendo con las armas en la mano la libertad para seguir luchando.
Juan Ramón Ramírez y Nelson Espejo, militantes del MIR, luchadores de la Resistencia, que murieron al detonar un artefacto explosivo, que preparaban para golpear a la dictadura y a los grupos monopólicos. Gabriel Rivera, militante del MIR caído en combate, mientras cubría la retirada de sus camaradas de lucha al ser cercados por las fuerzas represivas.
El MIR chileno levanta sus banderas y cierra su puño de combate, para rendir homenaje a los camaradas caídos en los recientes combates de la Resistencia.
En las nuevas condiciones de lucha que se han abierto en Chile, se hace preciso que nuestro Partido, el conjunto de la izquierda y la colonia chilena que están en el exilio, ubicadas en los territorios de la retaguardia, hagamos un esfuerzo más consistente para apoyar la lucha que se libra en el frente.
Desde ya, resulta importante fortalecer la retaguardia estratégica, todo ese sistema de alianzas y apoyo a la Resistencia y lucha del pueblo chileno, que se ha venido forjando en estos años, en el campo internacional.
Redoblar la lucha por la condena internacional a la Junta, por el boicot diplomático, comercial, militar, continúa siendo una tarea importante.
Reforzar y ampliar, coordinando frente y retaguardia, la lucha por la amnistía general, por la libertad de todos los presos políticos y desaparecidos, es la tarea de primer orden.
Pero, más allá de eso, los militantes de la izquierda y del MIR en el exterior deben trabajar seriamente por volver a luchar al frente, para que contingentes cada vez más numerosos de cuadros de retaguardia engrosen las filas de los combatientes del frente.
El apoyo financiero y material deberá reforzarse considerablemente, producto de las exigencias actuales y futuras de la lucha. En este terreno, la retaguardia no brinda todavía el apoyo suficiente y adecuado a las necesidades de la Resistencia en el frente.
La propaganda de apoyo al frente, consistente en el rebote y reenvío de la propaganda que se edita y circula en Chile, utilizando la vía postal, plantea hoy la necesidad de su masificación.
En fin, el año 1978 ofrece mejores perspectivas a la lucha de resistencia en Chile y nos obliga a mejorar en cantidad y calidad, el trabajo de apoyo al frente, desde la retaguardia.
Ruy Mauro Marini