Dependencia y subimperialismo en América Latina
Fuente: Suplemento Cultural de Siempre!, n. 1030, México, 21 de marzo de 1973. Entrevista realizada por Luis Ángeles.
P. En los últimos tiempos la literatura económica y política en América Latina ha sido muy abundante; con insistencia se refiere a las formas de vinculación que asumen nuestras economías, sustancialmente distintas a las de apenas hace algunos años. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Ruy Mauro Marini: Si nos referimos a las formas de vinculación y subordinación de las economías dependientes a las economías centrales, desde luego, sí. De la misma manera se nos pregunta por las estructuras internas que apuntalan y reproducen la dependencia en relación a la economía mundial. Probablemente los elementos más importantes a considerar en lo que se refiere a las modificaciones en las relaciones de dependencia serían, una integración mucho mayor de los sistemas productivos a la economía mundial y el nuevo carácter que asume su vinculación al mercado internacional.
En el curso de los años cincuenta se observó una integración del sistema productivo de los países dependientes al de los países centrales mediante el desplazamiento de las inversiones extranjeras hacia el sector industrial. Pero en aquella época esto se daba en función de los mercados nacionales; así por ejemplo cuando la Volkswagen se instala en México y en Brasil, lo hace en función del mercado mexicano y del mercado brasileño. Sin embargo, en la medida en que en los países se va desarrollando una industria pesada de bienes de producción y de bienes de consumo durable, se plantean dificultades crecientes para la realización de su producción. Una de las primeras formas que se adoptan para hacer frente a este fenómeno son los intentos de crear mercados regionales o subregionales. Esta forma se convierte, empero, progresivamente superada por la competencia directa agresiva al estilo brasileño, que a partir de una base productiva propia, busca conquistar e integrar a él, mercados periféricos como el de Uruguay, Bolivia y otros más. Eso cambia fundamentalmente las relaciones de dependencia de estos últimos países, al punto que, de efectuarse, permitiría hablar de una subdependencia porque tienden a estar conectados a la economía mundial a través de países subimperialistas, como lo es el Brasil.
Otros elementos importantes que habría que considerar son el capital financiero y el elemento tecnológico. En muchos casos se podría decir que la tendencia —éste es el caso reciente del Brasil— más que mantener la inversión extranjera directa es desarrollar la penetración del capital financiero y ampliar la importación de tecnología que establece una dependencia mucho más estrecha. A diferencia de la inversión directa, que implica traspaso de capital fijo, el control financiero y tecnológico no impide el desarrollo de la producción nacional; la situación es semejante a la inversión de portafolios —la forma dominante antes de la primera guerra mundial— pero utilizada ahora en el marco del moderno capital financiero.
P. De los planteamientos que usted ha formulado acerca de la dependencia y la lucha de clase en América Latina, ¿Cuáles conclusiones políticas considera que deban derivarse?
RMM. La más importante probablemente sea la de revisar las conclusiones políticas derivadas de estudios anteriores sobre dependencia, sobre la excesiva simplificación del proceso de lucha de clases al interior de los países dependientes. Esto ha llevado, en casos extremos, a negar a las burguesías de los países dependientes como fuerza real y consiguientemente al replanteamiento de una lucha de clases como una lucha entre la masa del pueblo y el imperialismo, apareciendo la burguesía como un simple apéndice de éste. Este planteamiento tuvo una gran influencia en las teorías foquistas que compartieron importantes sectores de la izquierda latinoamericana durante la década de los 60s.
Ahora bien, creo que un examen más científico del proceso de vinculación entre la burguesía dependiente y la imperialista, nos obliga a plantearnos las diferenciaciones que se van dando en el interior de la misma clase burguesa y tomar en cuenta sus contradicciones como punto de partida para el análisis de la compleja lucha de clases en los países dependientes. Esto conduce a un análisis cada vez más riguroso de la naturaleza de las contradicciones de clase en la sociedad dependiente, análisis que permita establecer una estrategia correcta para el movimiento revolucionario y, dentro de él, para el desarrollo de la clase obrera como fuerza hegemónica dentro de este movimiento. La consecuencia fundamental del estudio marxista de la dependencia es, pues, no permitir planteamientos simplistas respecto a la lucha y exigir de los revolucionarios la búsqueda de un conjunto de determinaciones complejas que dirigen el proceso de lucha de clases en nuestros países.
P. ¿Cuál es la importancia de la presencia del capital financiero en las economías dependientes y cómo ha incidido en las relaciones de producción al interior de América Latina?
RMM. La manera en que se desarrolla el capital financiero en la economía dependiente y cómo se establece su dominación, se impone por la subordinación misma de la economía dependiente a la economía mundial y se superpone a las demás estructuras productivas existentes. El caso del Brasil es bastante ilustrativo, en la medida en que se observa cómo la implantación del capital financiero modifica radicalmente las relaciones entre los diferentes estratos y capas de la burguesía. En el proceso brasileño observamos que la fuerte competencia interburguesa que se venía desarrollando —principalmente desde principios de la década pasada— había establecido relaciones extremadamente conflictivas entre las capas medias de la burguesía y el gran capital. Mucha de la dinámica política de ese periodo se va a explicar por los conflictos entre los diferentes estratos burgueses.
La hegemonía finalmente lograda del capital financiero tendrá como efecto aminorar los conflictos internos de la burguesía en la medida en que hará posible seguir con la centralización del capital, sin que ello implique la quiebra de las empresas más débiles; el gran capital mantuvo su coexistencia con las medianas empresas, sin cambiar en lo esencial su nivel tecnológico y su capacidad productiva, pero también sin provocar su absorción violenta. O sea, la hegemonía del capital financiero en una economía dependiente como la brasileña —la cual guarda puntos de similitud con el caso japonés— va a permitir una mayor solidaridad entre los diferentes estratos burgueses. A partir de entonces, se observa la unidad de la clase dominante mucho más visible que en el periodo anterior, hecho que significa más estabilidad para el régimen político; pero por otro lado, eso va a mantener las disparidades y diferencias de tecnologías, de capacidad productiva y composición orgánica del capital, gracias a la intermediación y al traspaso del excedente que el capital extranjero está en posibilidad de hacer llevar a la quiebra a los otros grupos más débiles. El precio de esa combinación la pagan los trabajadores que ven aumentar el grado de explotación a que se les somete.
P. En el nuevo fenómeno de expansión de algunas economías dependientes llamado por usted “subimperialismo”, es posible —a la manera de la expansión del capitalismo clásico— que las clases trabajadoras puedan hacer disminuir la tasa de la plusvalía que les arrancan y que se presente una distribución del ingreso tendiente a mejorar su nivel de vida?
RMM. Yo diría que no. En el caso brasileño se observa empíricamente todo lo contrario, la tasa de explotación es cada vez más alta y la distribución del ingreso cada vez más regresiva. Las estructuras internas de la distribución del ingreso, el abanico salarial y la tasa de explotación están en la raíz de la expansión externa y repercuten en un efecto circular en esa misma dirección. La expansión hace de las dificultades de realización que tiene la economía hacia el interior y nace también de la estructura de explotación del país que es la que frena la capacidad de expansión del mercado interno.
Esto que puede observarse empíricamente, puede afirmarse también, en el plano teórico. No hay la menor posibilidad de que en el proceso brasileño se repita la experiencia de los países imperialistas clásicos, en el sentido de que el excedente traído del exterior puede mejorar las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Y eso por dos razones, por una parte, habría que entender que, en los países imperialistas clásicos, esa mejora relativa se debió fundamentalmente a la presión de las mismas masas trabajadoras y que la clase obrera pudo desarrollar una política de esa naturaleza debido a ciertas condiciones especiales. En efecto, el aumento de la producción y su consiguiente efecto en la acumulación de capital en los países centrales, implican un desplazamiento de la mano de obra hacia las economías dependientes que se convirtieron también en receptores de flujos migratorios. Todo esto aminoró el aumento del ejército industrial de reserva en la primera mitad del siglo XIX en los países centrales. Por otra parte, la acumulación de capital en los países centrales estuvo regida por los patrones internos de explotación que dependían de las condiciones nacionales, de determinaciones de tipo nacional.
En Brasil, el subimperialismo conlleva a una mayor integración al capital mundial —una integración que se da por razones de mercado, tecnología y capital— y supone, por tanto, que el capital extranjero puede operar en condiciones privilegiadas al interior de la economía nacional. Ahora bien, si por alguna razón le fuera posible a la clase obrera brasileña reducir la tasa de explotación, el hecho tendría inmediatamente efectos en la tasa de plusvalía, lo que privaría al Brasil del principal elemento de que dispone para llevar adelante su política subimperialista, o sea su política de asociación con los grandes monopolios internacionales. La reducción de la tasa de explotación en el interior de la economía brasileña frenaría el desarrollo de la economía subimperialista. Difícilmente la clase obrera brasileña puede llegar, por su movimiento simplemente reivindicativo de tipo económico, a reducir la tasa de explotación porque la tecnología absorbida en Brasil se da dentro del marco de un aumento progresivo en la sobrepoblación. En el campo se observa un aumento de la productividad que desplaza mano de obra y lo mismo está pasando en la gran industria con la disminución del sector artesanal y la reducción relativa de la absorción de mano de obra. Todo eso tiene como efecto aumentar el ejército industrial de reserva sin que, en el caso brasileño, puede jugar de manera importante el mecanismo de trasplante de mano de obra hacia el exterior y la reducción concomitante del ejército industrial de reserva, lo que le daría mejores condiciones de lucha a la clase obrera brasileña. Para poner un ejemplo: consideremos países que se hacen cada vez más dependientes de Brasil, como Bolivia, no podemos imaginar traslados masivos de mano de obra brasileña a Bolivia, porque allí ésta ya es excedente y se halla sometida a altas tasas de explotación. Todo ello significa que la población excedente brasileña seguirá produciendo dificultades a las clases obreras mediante menos movimientos reivindicativos para reducir la tasa de explotación. De allí se deriva una consecuencia importante: en el caso de los países dependientes subimperialistas, del tipo brasileño, sin que la lucha económica pierda importancia, sería un error como lo hacen algunas corrientes de izquierda, centrar en ella, de manera fundamental, la acción del proletariado. La lucha de la clase obrera en el Brasil, no puede pasar por la misma línea que pasaron los países centrales, tipo Inglaterra, es decir, desarrollarse mediante partidos políticos; la clase obrera brasileña difícilmente puede pasar por ese largo proceso, sino que debe dirigirse directamente al plano político como una fuerza real.
En el caso de Inglaterra, la clase obrera se inicia con la lucha económica, se desarrolla mediante partidos políticos para desembocar en la acción política real. En el caso de Alemania cuya economía se desarrolla en forma mucho más retrasada —en ella encontramos cierta relación con la economía brasileña tal como se desarrolla hoy— el movimiento es a la inversa, es a partir de los partidos políticos como se desarrolla la lucha sindical.
P. Y en esa configuración del subimperialismo, ¿cuál es el papel que el Estado asume como mediador en las actividades políticas y coordinador en las economías?
RMM. Una de las condiciones básicas en el desarrollo de un país dependiente es la acción del Estado. Basta con recordar el papel que jugó en la formación de la economía agrario-exportadora. Se ha de observar que sólo a partir del momento en que se logra consolidar el Estado Nacional, centralizar el poder público, e imponer la hegemonía del grupo económico dedicado a la exportación sobre el conjunto de la nación, se abre la posibilidad de transformación de ese país colonial en un país dependiente. Fue el papel que desempeñó el Estado portaleano en Chile, la monarquía brasileña de los años 40s, el Estado porfiriano en México, la dictadura de Rosas en Argentina, etc. Sólo en la medida que observamos un fuerte poder central de un Estado, capaz de ordenar la producción y volcarla al mercado mundial, advertimos el desarrollo de la economía agraria exportadora y el surgimiento de economías capitalistas dependientes que se produjeron bajo diferentes formas e implicaron un mayor control sobre el Estado por los representantes del grupo interesado en la industrialización, ejemplos: Cárdenas en México, Vargas en Brasil, el Frente Popular en Chile, etc.
En estos momentos, el Estado brasileño representa un instrumento determinante para la economía en condiciones de encarar su transformación en una economía subimperialista, con todo lo que esto implica en la modificación de las condiciones internas de producción y en sus nuevas relaciones con el exterior. Con ello, el Estado se dedica a la imposición de la política de aquella clase a quien interesa la política subimperialista; en este caso al gran capital nacional y extranjero.
P. Con respecto a las perspectivas y dificultades que implica la subimperialización de algunas de estas economías, ¿qué se podría señalar?
RMM. Tanto las perspectivas como las dificultades se derivan de la situación de la economía mundial. Hasta hoy la crisis capitalista mundial ha favorecido a la política subimperialista brasileña; un buen ejemplo podría ser la devaluación del dólar con sus efectos sobre la economía japonesa y las facilidades acordadas por el gobierno brasileño al traslado del conjunto de empresas textiles de Japón a Brasil, para exportar desde ahí, en razón de la mano de obra barata y las facilidades que pueda obtener en el mercado latinoamericano e incluso norteamericano. Éste es sólo un ejemplo de cómo la situación difícil de la economía mundial puede facilitar movimientos favorables al desarrollo del subimperialismo. Un segundo factor puede constituirlo la misma competencia entre algunos países que pueden, en determinados momentos, permitir ese tipo de maniobras entre un país y otro, así Brasil podrá a veces explotarlo en beneficio propio.
Un factor que dificulta la política subimperialista, es la capacidad que tiene Brasil de penetrar en el mercado mundial, desde el punto de vista de las exportaciones de manufacturas, debido a que la crisis hace a la competencia más aguda. Esta situación puede, en determinados momentos, provocar fricciones que le impidan seguir adelante. Por otra parte, la situación misma de la economía mundial que se está manifestando por la dominación del control monopólico sobre el mercado mundial puede también dificultar la expansión de la economía brasileña hacia el exterior.
La pregunta desde luego es bastante difícil de responder porque habrá de intentar el análisis de lo que es, hoy día, la crisis capitalista mundial. Es decir, analizar el desarrollo del último periodo y ver cómo se ha reflejado en la dinámica expansionista de la economía brasileña. Podría decirse que hasta este momento los resultados han sido relativamente favorables, sin que necesariamente ello vaya a seguir siendo así. Como quiera que sea, el proceso de expansión es lento y difícil, y depende además de la consolidación de la nueva estructura de producción en el mismo Brasil, lo que está todavía bastante lejos de alcanzarse.
Ruy Mauro Marini