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Los problemas geopolíticos de Pinochet

Fuente: El Sol de México, México, 27 de enero de 1977.


“La política tiene razones que la geografía no entiende”, se lamentaba la revista chilena Ercilla hace algunos meses, tras criticar el acercamiento de Chile a los países de la Cuenca del Plata, en detrimento de su relación con los países andinos. Lo que Ercilla ignora es que, cuando las razones de la geografía son demasiado débiles, la política se encarga de reforzarlas. El reciente viaje del general Pinochet a la Antártida es una prueba de ello.

Llevada a cabo la semana pasada, la gira del jefe de la Junta Militar chilena a tierras australes ha reabierto viejas heridas en Argentina y suscitado muchas especulaciones sobre sus propósitos. Existe, en efecto, un antiguo diferendo entre los dos países respecto a las zonas que reivindican en dicha porción, diferendo que involucra también a Inglaterra y al que se ha sumado, más recientemente, Brasil. Está, por otro lado, el litigio chileno-argentino relativo al Canal de Beagle, o más precisamente a tres pequeñas islas allí ubicadas.

El hecho de que el litigio sobre el Beagle esté a punto de recibir una solución por parte del tribunal internacional que estudia el asunto sugiere, a primera vista, que ése es el motivo inmediato del viaje de Pinochet. Sin embargo, aunque la definición de derechos sobre la Antártida no deba darse hasta 1991 (en virtud del Tratado Antártico de 1961, que establece que por treinta años el territorio estará abierto a la exploración científica universal), la discusión se reavivará este año, con motivo de la reunión internacional que se realizará en Londres, en septiembre próximo. Es interesante señalar, por lo demás, que la prensa argentina (no ha habido todavía reacción oficial al respecto) ha demostrado mucho más preocupación por la Antártida que por el Beagle, al comentar el viaje de Pinochet.

En realidad, el problema es complejo e involucra también a Perú. Tras el golpe militar de 1973, la Junta chilena contó con el respaldo activo de Brasil, que la empleó como medio de presión contra el gobierno militar peruano, cuya política populista en lo interno y tercermundista en lo internacional disgustaba a aquel país y, desde luego, a Estados Unidos. Con el objeto de tender un cerco a Perú, Brasil propició en 1974 la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Bolivia y Chile, y alentó a éste a proponer a Bolivia una solución al problema de su mediterraneidad. El golpe militar argentino de 1975 vino a reforzar la posición chilena, llevando incluso a Pinochet a soñar con el restablecimiento del bloque ABC, mediante el cual Argentina, Brasil y Chile ejercieron, en el pasado, su hegemonía sobre el Cono Sur.

Fue en esta perspectiva que la junta chilena se permitió pisotear los acuerdos del Pacto Andino —lo que se ajustaba, por lo demás, a su intención de convertir a Chile en zona franca para las compañías multinacionales— y llegó finalmente a la ruptura con éste, al tiempo que buscaba su adscripción a la Cuenca del Plata. Aunque la revista Ercilla protestara contra esa violación de las razones geográficas, había fuertes razones económicas para ello. Basta con decir que las exportaciones chilenas a Brasil y Argentina, en los últimos años, suman más del doble de las que van a los países andinos.

La confirmación de Chile como país austral apunta además a un objetivo de mayor proporción. El cambio ocurrido en el esquema estratégico mundial, en esta segunda mitad de la década, se deriva de la importancia adquirida por el Atlántico Sur, a raíz del avance de la revolución africana y la creciente influencia soviética en la zona. Sobre este hecho apostaban los militares brasileños desde la postguerra, lo que los llevó a prepararse concienzudamente para, llegado el momento, exigir compensaciones (es decir, su reconocimiento, como potencia) en función de la posición geopolítica privilegiada que ostenta el país. Argentina (además de Sudáfrica, lo que está planteando a Brasil un problema espinoso) tiene también las condiciones geopolíticas adecuadas para entrarle al juego, y esta fue una de las razones que apuró a los militares a poner fin a la confusa política internacional del régimen posperonista. Si Chile quiere revivir el bloque ABC, no puede quedar fuera de la competencia.

Y lo paradójico es que, en la persecución de sus objetivos, la Junta chilena deba agudizar los roces con Argentina y, por añadidura, con Brasil, dado el acercamiento que se está observando entre estos dos países. Pero ello tiene su explicación. La importancia que tenía Chile en el planteamiento estratégico andino ha decrecido sensiblemente, tras el viraje a la derecha del régimen peruano. Desde mediados del año pasado, junto con medidas represivas internas, Perú ha estrechado sus lazos con las dictaduras militares del Cono Sur. Destaca allí el reciente encuentro que se realizó entre el general Morales Bermúdez y el general Geisel y la visita que deberá efectuar próximamente a Lima el general Videla; en estos momentos, se encuentra allí el jefe del Estado Mayor argentino, general Viola. Todo ello le ha permitido a Perú deshacer la “entente” chileno-boliviana en gestación, mediante una contrapropuesta de solución a la mediterraneidad de Bolivia, que no da pie para que Pinochet siga insistiendo en la suya ni le faculta a Bánzer ratificar su aceptación de la propuesta chilena.

No cesan allí, sin embargo, las desventuras de Pinochet. La reunión de la Cuenca del Plata, de diciembre pasado, lo que hizo fue afirmar un sólido eje Brasilia-Buenos Aires, que no le abre mucho espacio a Santiago. Por otro lado, su posición geográfica actual no le permite a Chile aspirar a un papel decisivo en una eventual Organización del Tratado del Atlántico Sur; los instrumentos en que ésta empieza a cristalizar, como es el caso de la integración naval, privilegian claramente a Brasil y Argentina. La proyección de Chile hacia la Antártida le daría, en este terreno, la razón geográfica que la política pinochetista anda buscando.

Así, la gira austral de Pinochet responde a múltiples determinaciones. Señalemos, de paso, que tiene también razones internas, ya que pretende movilizar al chauvinismo de las fuerzas armadas chilenas en beneficio de la posición del dictador, sobre la cual hay indicios de desmejoramiento. Pero, desde el punto de vista internacional, que es el que aquí nos interesa, el viaje de Pinochet aparece como una medida de chantaje, destinada a forzar a Argentina y Brasil a concederle más atención, y como un esfuerzo por reunir razones de peso que apoyen sus pretensiones políticas.

Ruy Mauro Marini


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