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Elecciones venezolanas: nuevo éxito de la Democracia Cristiana

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 6 de junio de 1979.


La victoria del partido democristiano, COPEI, en las recientes elecciones municipales venezolanas presenta dos aspectos a destacar. En el plano interno, ratifica la hegemonía conquistada por el COPEI, a costa de la socialdemocracia venezolana, en las pasadas elecciones presidenciales y legislativas. En el plano externo, representa un paso más de la democracia cristiana en su afirmación como fuerza política significativa en la nueva fase que empieza a vivir América Latina.

El ascenso de Luis Herrera Campins a la presidencia venezolana, en reemplazo de Carlos Andrés Pérez, tuvo distintas motivaciones. De manera inmediata, resultó de las propias contradicciones internas de Acción Democrática, en que se enfrentaron dos sectores: el que respondía al liderazgo del presidente saliente y el que seguía al ex presidente Rómulo Betancourt, situación que debilitó la capacidad de acción del partido en la campaña electoral. De manera más profunda, la derrota de AD fue el precio que pagó el partido por el proyecto económico demasiado excluyente que, desde el Gobierno, impulsara Pérez.

Ese proyecto, que respondía a los intereses de la fracción burguesa monopólica asociada al gran capital internacional, se cifraba en la implementación de la industria pesada para la exportación, en particular las ramas petroquímica y siderúrgica. Ello colidía [chocaba] con los intereses de otras fracciones burguesas, más dependientes del mercado interno y del mercado regional que proporciona el Pacto Andino. Colidía sobre todo con las reivindicaciones de empleo y salario, así como de elevación de los patrones de consumo, levantadas por las capas mayoritarias de la población.

Una vez elegido, Herrera Campins anunció un amplio programa de construcción de viviendas, destinado a beneficiar a la industria interna y que supone la creación de empleos, así como cierto grado de redistribución del ingreso. Retomó también la iniciativa de promover el desarrollo del mercado regional andino, favorable a la industria venezolana. Respecto a los grandes proyectos lanzados por Pérez, Herrera admitió su conclusión, advirtiendo, empero, que no se seguiría esa línea de industrialización.

Paralelamente, Herrera amenazó con retirar los privilegios de que gozan las compañías petroleras internacionales, por efecto de la nacionalización realizada por Pérez, mientras acusa al Gobierno de éste de haber cometido todo tipo de actos de corrupción. Todo ello le ha valido la adhesión de grupos burgueses y amplios sectores populares, expresada en la mayoría absoluta que obtuvo su partido en las elecciones del domingo pasado.

El éxito de la democracia cristiana venezolana se da en un contexto favorable a esa corriente en el plano continental. Cabe destacar, en ese sentido, la victoria obtenida por Rodrigo Carazo, en las pasadas elecciones presidenciales de Costa Rica, así como, en el caso de Ecuador, la conquista de la vicepresidencia de la República por la democracia cristiana, en alianza con la concentración de Fuerzas Populares. En el futuro inmediato, los democristianos bolivianos encaran con optimismo los próximos comicios presidenciales, en los que su militante Luís Ossio postula a la vicepresidencia, como compañero de fórmula de Víctor Paz Estenssoro, del Movimiento Nacionalista Revolucionario.

Es así como la victoria de la democracia cristiana venezolana concurre a reforzar la posición de Herrera Campins y su proyecto político, al tiempo que afirma la política de afianzamiento como posible alternativa civil que esa corriente plantea actualmente en varios países de América Latina, en el marco de los procesos de institucionalización que allí se llevan a cabo.

Ruy Mauro Marini


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