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Schmidt en EU: vigencia de la estrategia trilateral

OUP Blog

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 13 de junio de 1979.


La visita de Helmut Schmidt a Estados Unidos, para recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Harvard, dio lugar a manifestaciones contradictorias que obedecen, sin embargo, a una lógica profunda. La lógica se deriva de la estrategia global elaborada por la Comisión Trilateral, por la que se guía el dirigente germanoccidental. Las contradicciones se explican por las medidas específicas que, para llevarla a cabo, propugna el capitalismo alemán.

Así, Schmidt respaldó al presidente Carter ante el Congreso norteamericano, al expresar su apoyo al acuerdo soviético‑estadounidense de Limitación de Armamentos Estratégicos (SALT‑ll), subrayando empero que el bloque capitalista debe buscar el equilibrio militar con los países socialistas. Paralelamente, discordó de Carter respecto a los subsidios otorgados por éste al petróleo, que contribuyen al alza de precios internacionales del crudo. Así mismo, insistió en la difusión y desarrollo de la energía nuclear, cuestión en la que los intereses norteamericanos y alemanes han chocado sistemáticamente.

Otro tema que mereció destaque en las preocupaciones del canciller alemán fueron las relaciones con el mundo subdesarrollado. La escasez de petróleo fue puesta de nuevo en evidencia en tanto que potencial amenaza de guerra entre los países capitalistas (en su entrevista a la revista Time, Schmidt aludió expresamente al “funcionamiento de nuestras economías” como factor que podría convertir esa escasez en peligro para la paz). En Harvard, el visitante fue más lejos, al hacer un llamado para la creación de un amplio sistema internacional de seguridad, tras señalar que 1980 será “una década de disturbios”, dado que la integración imperialista (llamada metafóricamente de “interdependencia”) haría “inevitable que algunas de las fuerzas nuevas tuviesen un efecto desestabilizador”; entre esas fuerzas desestabilizadoras, Schmidt mencionó al nacionalismo árabe y su manifestación en Irán.

Nada de ello es extraño a la estrategia de la Trilateral: centralizar los conflictos mundiales entre los grandes polos de la política internacional (los países de la Trilateral, por un lado, y la Unión Soviética. por otro), sobre la base de un tenso equilibrio militar (lo que el ex presidente Gerald Ford llamaba “paz con fuerza”), junto a un mayor control sobre los países de la periferia. En las proposiciones de Schmidt, el SALT‑ll y el sistema de seguridad internacional son las dos caras de la misma moneda. Lo que el canciller alemán está propugnando, de hecho, es una nueva Santa Alianza, como la que soñó Henry Kissinger, capaz de garantizar la seguridad del mundo capitalista, en los dos grandes frentes en que el la ve amenazada.

 Schmidt habla en nombre de una potencia que ha desarrollado, en los setenta, una actuación coherente con esa visión. Ha sido la Alemania Federal socialdemócrata que dio pasos concretos hacia la distensión con la URSS, al iniciar, en 1970, con ésta y Polonia, las conversaciones que culminaron en los tratados de 1972 (el mismo año en que se firmó el SALT‑I). Ha sido ella quien comandó el operativo internacional destinado a contener las presiones revolucionarias surgidas en Portugal, en 1974, y luego en Grecia, Italia y España.

Es ella, finalmente, quien aparece hoy en América Latina proponiendo, ante las dictaduras militares impulsadas por Estados Unidos, alternativas que le parecen más viables para sujetar presiones semejantes que, anunciadas por Nicaragua, hacen temblar a las clases dominantes del continente.

Ruy Mauro Marini


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