Plebiscito en Chile: la punta del iceberg
Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 10 septiembre 1980.
El pueblo chileno deberá manifestarse, mañana, sobre el proyecto de constitución política elaborado por la Junta militar. Trátase de la segunda consulta de este tipo que realiza la dictadura, desde su instalación en 1973. La anterior se llevó a cabo en marzo de 1978, en el marco de la tirantez surgida entre Pinochet, el gobierno de Carter y las Naciones Unidas, en torno a la cuestión del respeto a los derechos humanos en el país.
La consulta de 1978, además de apelar al patrioterismo más rastrero, estuvo marcada por toda suerte de irregularidades, desde la prohibición de propaganda opositora hasta la manipulación descarada de los resultados. Nunca se pudo saber al cierto lo que allí pasó. El plebiscito de mañana va, al parecer, por el mismo camino: es lo que muestran ya, en el período que ha seguido a su convocatoria, las limitaciones impuestas a la oposición y la inexistencia de un registro nacional de electores (destruido en 1973).
Fuera de los sectores pro Junta, sólo dos fuerzas han podido manifestarse, hasta ahora, legalmente. La primera ha sido la Iglesia Católica, quien ha expresado reservas respecto a la consulta y ha exigido que ésta se realice respetando las normas elementales en actos de esa naturaleza. La segunda, la democracia cristiana, obtuvo de la Junta autorización para realizar un acto público en el Teatro Caupolicán, en Santiago.
El acto del Caupolicán tuvo dos aspectos sobresalientes. Por un lado, permitió al ex presidente Eduardo Frei plantear con cierta resonancia su propuesta de solución “a la salvadoreña” para la situación chilena, mediante la formación de una junta cívico militar que, por tres años, se dedique a restablecer en el país condiciones de vida democrática. Por otro lado, se constituyó en la primera gran manifestación de masas registrada en la capital chilena, desde el derrocamiento de Salvador Allende; lo más importante es que esto se debió menos a las diez mil personas que, en el interior del teatro, aplaudieron el discurso de Frei que a las decenas de miles que, coreando consignas de izquierda, se agolparon afuera y se enfrentaron violentamente a las fuerzas represivas.
Ello hizo evidente el error en que ha incurrido Pinochet al convocar a una consulta popular, por más que restrinja la participación popular y opositora en ella. La potencialidad del movimiento de masas chileno, que ha venido creciendo con rapidez en los últimos tiempos, tiende a irrumpir con fuerza por cualquier brecha que presente el rígido sistema de contención que le ha impuesto la dictadura. Es por lo que Pinochet ha dado marcha atrás, prohibiendo a Frei realizar los otros actos que tenía previstos en provincia.
Los resultados de las encuestas de opinión llevadas a cabo hasta ahora confirman que los hechos del Caupolicán no son sino la punta del iceberg. En efecto, dichos resultados indican que sólo un 30% de la población se inclina a votar “sí” en la consulta plebiscitaria. ¿Cómo podrá la Junta evitar la derrota, si no recurre a la intimidación y al fraude, durante y después de la consulta?
A su manera, lo que está sucediendo en Chile confirma el acierto de los revolucionarios centroamericanos. No hay camino a la libertad que pase por la institucionalización del poder burgués e imperialista, que su agente se llame Duarte, Pinochet o Frei. En Chile, como en el resto de Latinoamérica, la libertad sólo podrá conquistarse mediante la democracia revolucionaria de masas.
Ruy Mauro Marini