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Polonia: una victoria del socialismo

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 3 septiembre 1980.


La huelga que, en el curso de 18 días, llegó a involucrar cerca de medio millón de trabajadores, en Polonia, ha arribado a resultados que pueden considerarse, sin sombra de duda, una victoria del socialismo en ese país. Encabezada por los trabajadores del astillero “Lenin”, la clase obrera polaca ha levantado y hecho triunfar principios rigurosamente leninistas, reasumiendo su papel de vanguardia en la lucha por el socialismo.

Entre ellos, destaca, junto al derecho de huelga, el que expresa el comunicado conjunto, firmado por el Gobierno y el Comité de Huelga Interempresas (MKS), al sostener que el papel de los sindicatos es “proteger y defender los intereses materiales y sociales de la clase trabajadora”. Este fue el punto de vista que Lenin defendió para el socialismo de transición, escribiendo, por ejemplo, en 1921, que no sólo hacia las empresas capitalistas subsistentes, sino “también en relación con las empresas estatales es deber indiscutible de los sindicatos defender los intereses de clase del proletariado y de las masas trabajadoras contra sus empleadores”, lo que implicaba el derecho a recurrir a la huelga.

Pero la victoria del proletariado polaco no se agota allí. Cuando los obreros plantean la adopción de medidas económicas que atiendan a los intereses de las masas, ¿no contribuyen al fortalecimiento de su estado, al frenar las debilidades que allí se manifestaban bajo la presión del Fondo Monetario y de la banca internacional? Cuando incluyen en su plataforma la libertad de prensa, ¿no aseguran que futuros errores de la dirección del Estado no puedan sustraerse a la crítica de los trabajadores, fortaleciendo también así al socialismo?

Los enemigos del socialismo no tienen, pues, motivo para regocijarse con el reciente movimiento del proletariado polaco. Tampoco lo pueden hacer los sectores de izquierda que ven en la disidencia intelectual de los países socialistas la punta de lanza contra las deformaciones burocráticas que allí se dan, ignorando el tinte marcadamente liberal y pequeñoburgués de esa disidencia.

Lo que Polonia ha mostrado es que la fuerza real en la lucha por el socialismo, en esos países, sigue siendo los trabajadores. Estos no se confunden para nada con ese “número más o menos apreciable de personas que defiende el capitalismo, no por motivos egoístas de clase, sino ideológicos, porque continúan creyendo que la `democracia’, la `igualdad’ y la `libertad’ en general, que predican, no tienen carácter de clase”, como señalaba Lenin, en 1921.

Basta ver cómo el Comité de Autodefensa Social (KOR), que expresa esa tendencia en Polonia, se ha visto marginado de toda intervención efectiva en la huelga. Esto se ha dado, no tanto por la represión que sobre sus miembros ejerció el Estado, sino sobre todo porque los obreros —tan intransigentes, sin embargo, en sus demandas esenciales— no levantaron un dedo para defenderlos, mostrando percibir perfectamente la diferencia existente entre ambos tipos de crítica al estado socialista polaco.

Cabe, también, resaltar la flexibilidad que, en esta coyuntura, ha demostrado al estado polaco, así como el estado soviético. La cautela con que ha seguido los acontecimientos no les quita a los dirigentes soviéticos el mérito de haber manifestado, desde un principio, su decisión de no intervenir en todo aquello que no amenazara la existencia del socialismo en Polonia. El que la intervención no haya tenido lugar no puede sino indicar que la URSS no duda del carácter eminentemente socialista de la movilización desplegada por la clase obrera polaca.

Ruy Mauro Marini


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