• Sin categoría

América Latina: integración y democracia – Prefacio

Fuente: Ruy Mauro Marini, América Latina: integración y democracia, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela, 1993.



América Latina enfrenta hoy el reto de afirmarse como ser histórico y hallar su espacio en el nuevo orden internacional que está surgiendo. En este trabajo, nuestro propósito es el de acercamos, desde distintos ángulos, a la comprensión de ese reto dentro de las posibilidades que tiene la región para hacerle frente.

La recuperación económica vivida por los centros capitalistas durante los años ochenta, tras la crisis general iniciada a fines de la década de los sesenta, al tiempo que transformaba las bases de su economía, los condujo a una drástica reestructuración del sistema internacional, todavía en curso. Ese proceso ha alcanzado un punto de viraje con la crisis del socialismo en Europa oriental y, luego, con el derrumbe de la Unión Soviética y el consiguiente fin de la guerra fría.

En ese contexto, se modifican los esquemas mundiales de dominación y asumen un nuevo cariz las instituciones que ellos habían consagrado. Para demostrarlo ahí está esa guerra cruel que fue la del Golfo Pérsico, que tuvo su origen en la connivencia entre la antigua Unión Soviética y las grandes potencias imperialistas en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Además del saldo de muerte y destrucción que dejó, ella nos coloca ante la amenaza de un gobierno mundial, ejercido por un puñado de naciones (las que tienen asiento permanente en el organismo y al que no tardarán en unirse Alemania y Japón), por sobre una Asamblea General sin poderes reales y una Corte Internacional de Justicia que no dicta más que sentencias de efecto moral.

El modo como se va a ejercer ese poder está a la vista de todos. Así es como la resolución del Consejo de Seguridad del 11 de noviembre de 1991, que autorizó a las equipos de inspección de la ONU a realizar u ordenar vuelos sobre el espacio aéreo de Irak, así como a realizar cualquier tipo de incursiones en cualquier parte del territorio de ese país, ha significado de hecho la anulación de la soberanía nacional iraquí —y que ese país muy justamente ha denunciado— con el objetivo de convertirlo, por inspiración norteamericana, en un territorio administrado por el organismo internacional [ver Qadissiya, periódico del ejército iraquí, 14-10-1991]. En esa línea de acción, Estados Unidos pretende legitimar la defensa cómplice de los intereses imperialistas, en el marco de su “dominación benevolente”.

Un documento del Departamento de Defensa norteamericano, elaborado bajo la dirección del subsecretario de política Paul Wolfowitz y divulgado por The New York Times, considera que Estados Unidos tiene por misión especial, en la posguerra fría, la de preservar su status de única superpotencia, tratando para ello de convencer a sus eventuales competidores en Europa, Asia o la antigua URSS de que “no necesitan aspirar a un papel más destacado o adoptar posturas más agresivas para defender sus legítimos intereses”. Para ello, el Pentágono, en colaboración con el Consejo Nacional de Seguridad y después de consultar al presidente George Bush, formuló ese concepto de “dominación benevolente” según el cual Estados Unidos “debe llevar en cuenta los intereses de los países industrializados avanzados, para disuadirlos de intentar desafiar nuestro liderazgo o subvertir el actual orden económico y político” [ver Wolfowitz, 1992]. En este marco igualmente se inscribe el hecho de negar el derecho de defensa a los países dependientes, postulando el reemplazo de sus fuerzas armadas por batallones “gendarmes” subordinados a la ONU (esto fue propuesto por Robert McNamara, exsecretario de Defensa de EEUU y expresidente del Banco Mundial [cf. McNamara, 1991], avalado por M. Camdesus, presidente del Fondo Monetario Internacional [cf. Camdesus, 1991] y planteado por el secretario de Defensa norteamericano [cf. Cheney, 1991]) así como el intento de limitar la soberanía de los países amazónicos en el área, tema recurrente en la política mundial, replanteado recientemente por el presidente François Mitterrand con el respaldo de Bush.

Los latinoamericanos estamos llamados a luchar contra esos propósitos, so pena de convertimos —junto a las demás naciones del Tercer Mundo— en los ilotas de ese orden mundial que se quiere construir. Poco importa que, deslumbrados con el espejismo del progreso técnico (al cual, si ese orden triunfa, sólo tendrán acceso los elegidos) y sometidos a los dictámenes ideológicos de los grandes centros, los oportunistas de todo momento proclamen la caducidad del latinoamericanismo. Brasileños, argentinos, mexicanos, venezolanos: no dejaremos de ser latinoamericanos, en éste o en otro mundo que contribuyamos a crear mañana. Esto es ya motivo suficiente para que, unidos a los demás pueblos de la región, nos esforcemos por lograr un mundo en el que el acceso a las oportunidades y la distribución de la riqueza sean más justos.


Contenido

I. La lucha por la democracia en América Latina

II. El desafío de la economía mundial

III. La crisis teórica

IV. Los caminos de la integración latinoamericana


Ruy Mauro Marini

Referencias

Camdessus, Michel. Discurso pronunciado en la Conferencia Anual del Fondo Monetario Internacional, Bangkok, octubre, 1991.

Cheney, Richard. Discurso pronunciado en la Conferencia de Ejércitos Americanos, Washington, noviembre, 1991.

McNamara, Robert. Discurso pronunciado en la Conferencia Anual sobre Economía y Desarrollo, Banco Mundial, abril, 1951.

Qadissiya, periódico del ejército iraquí, 14 de octubre de 1991.

Wolfowitz, Paul. Documento del Departamento de Defensa de Estados Unidos, divulgado por The New York Times el 8 de marzo de 1992.

También te podría gustar...