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El viaje de Pérez: Venezuela, Brasil y el Pacto Amazónico

El Estímulo

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 23 noviembre 1977.


La visita a Brasil del presidente Carlos Andrés Pérez, que concluyó el sábado pasado, tiene muchas implicaciones. Algunas de ellas son: la preocupación tanto de Brasil como de Venezuela de armonizar posiciones para tratar con el presidente norteamericano James Carter en su anunciada y reconfirmada visita a esos dos países, en marzo próximo; las negociaciones en torno a la complementación que propicia la posición venezolana de gran productor de petróleo respecto a un país que, como Brasil, contrapone un fuerte desarrollo industrial a una notable carencia de ese energético; el creciente interés de los capitalistas brasileños por el expansivo mercado venezolano, así como del gobierno militar por aparecer, a los ojos de la opinión pública nacional e internacional, en buenos términos con un régimen considerado como modelo de democracia parlamentaria en América Latina. Sin embargo, son las pretensiones hegemónicas que ambos países alimentan en Sudamérica el elemento más importante a considerar en dicha visita.

Esas pretensiones se han centrado en torno al Pacto Amazónico, cuyo proyecto, elaborado en Brasilia, es ya objeto de discusión por parte de los demás países que integran la cuenca: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, Guyana y Surinam. Al ser conocida, el año pasado, la intención brasileña de promover esa iniciativa, la reacción de muchos de ellos fue de desconfianza y, en el caso de Perú y Venezuela, hasta de rechazo. El viraje a la derecha del actual Gobierno peruano y su acercamiento a Brasil obligaron a Venezuela a reconsiderar su posición, aunque con una fuerte oposición interna. Su adhesión formal a la iniciativa brasileña se ha visto registrada en el comunicado conjunto firmado por los dos países, al término de la visita de Pérez, y asegura la realización de la primera reunión internacional de alto nivel para discutir el proyecto de Pacto, prevista para el próximo día 28, en Brasilia.

Desde la perspectiva brasileña, el Pacto Amazónico cumple dos objetivos principales. El primero es impulsar con más fuerza la ocupación de la vasta área de la cuenca que le corresponde, debido no solo a las riquezas que supuestamente contiene, sino sobre todo a razones de seguridad nacional. Este último elemento ha sido una constante en la política brasileña. Lo encontramos ya en la raíz del entendimiento, llamado por algunos autores de “alianza tácita”, entre Brasil y Estados Unidos, a fines del siglo pasado, respecto a la no injerencia directa de este país en Sudamérica, entendimiento que se consagró mediante la política de hands off practicada por Washington en la cuestión del territorio del Acre, sustraído por Brasil a Bolivia.

Desde ese entonces, los militares brasileños han jugado un papel relevante en la penetración y ocupación de la Amazonia brasileña. Ya antes de asumir directamente el poder, en 1964, las Fuerzas Armadas habían logrado proyectar su preocupación al nivel de la alta política nacional, siendo episodios marcantes en este sentido el traslado de la capital federal a Brasilia, bajo el gobierno de Juscelino Kubitschek, y la formulación y realización de un plan de construcción de carreteras, iniciado también durante ese gobierno, que cortó la región con las carreteras Belém‑Brasilia, la Transamazónica y la que liga Cuiabá a Santarém.

La marcha hacia el Oeste se convirtió en uno de los grandes ejes de la política brasileña, tras la instauración del actual régimen militar, dando origen a un conjunto de iniciativas. Entre los principales están el Programa de Polos Agropecuarios y Agrominerales de la Amazonia (Polamazonia) y el complejo Minero‑Siderúrgico de la Amazonia Oriental que reúnen recursos cuantiosos referidos a la pecuaria, la extracción e industrialización de madera, la minería e industrias electrolíticas, la agricultura selectiva, la pesca y el turismo, con atención especial a actividades de exportación en rubros como carne, minería, madera y celulosa.

Es sobre esta base y acorde al planteamiento geopolítico de su política exterior, como Brasil —tras avanzar en el sur, mediante el pacto de la Cuenca del Plata— plantea ahora proyectar su presencia hacia el Pacífico y el Norte, lo que corresponde al segundo objetivo asignado al Pacto Amazónico. De concretarse éste, no podrá dejar de verse afectado el Pacto Andino, gracias al cual Venezuela contaba reservarse un área para el ejercicio de sus propósitos hegemónicos. Es comprensible, pues, la aprensión con que sectores empresariales y políticos venezolanos ven el acercamiento de Pérez a Brasil, y es asimismo previsible que ese acercamiento, al igual que la realización del Pacto Amazónico, tiene todavía por delante muchos obstáculos que vencer.

Ruy Mauro Marini


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