Nicaragua: una lección de sociología
Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 1 febrero 1978.
Desde que, a mediados de la década pasada, las ciencias sociales en Latinoamérica empezaron a ser influidas por la teoría marxista, mucho camino se ha recorrido en la comprensión de nuestra realidad. Sin embargo, ha sido la vida misma, el desarrollo económico y social de nuestros países, las luchas políticas de nuestros pueblos, lo que, al constituirse en materia de reflexión científica, ha impulsado hacia adelante esa comprensión, aclarado dudas, despejado incógnitas, revelando aspectos hasta entonces en la sombra.
La Revolución Cubana de 1959, al conllevar la adopción de una estrategia marxista‑leninista por sus dirigentes y la proclamación del socialismo, representó, sin duda, un viraje en la evolución del pensamiento político latinoamericano. Pero su efecto no fue directo: aunque constituyera la carta de naturalización del marxismo en América Latina, influyó más sobre la práctica política que sobre la reflexión científica. Además —pese a los esfuerzos del Che Guevara por impedirlo—, la tesis de la excepcionalidad del proceso cubano, sustentada por el imperialismo y las burguesías criollas, alcanzó cierta repercusión.
Distinto fue el caso de la crisis económica y política que atravesó Brasil, a partir de 1962. Impresionada por la experiencia cubana, marcada por la aguda lucha de clases en que se viera envuelta, afectada por el desenlace de ésta, la joven intelectualidad brasileña promovió el cuestionamiento de la tesis del desarrollo capitalista autónomo, que sostenía la CEPAL, y afirmó la inviabilidad de un frente de clases, hegemonizado por la burguesía, para librar la lucha democrática y antiimperialista. Ese frente fue defendido inicialmente por el partido comunista, pero terminó por asimilarse al análisis económico de la CEPAL y, juntos, se constituyeron en el soporte ideológico del movimiento nacionalista.
La crisis de la ideología nacionalista dio lugar a una nueva corriente en las ciencias sociales: la de la dependencia. Sin ser marxista, en su seno empezaron a desarrollarse los modernos estudios marxistas sobre nuestra realidad. Ello implicó que, pronto, la corriente de la dependencia perdiera su homogeneidad, para generar las distintas tendencias que, convergiendo con las que provienen del comunismo ortodoxo, conforman el escenario intelectual en que nos movemos actualmente.
Vinieron, después, los sucesos de Chile. Allí, si dudas había sobre la validez de la aplicación de las categorías de clase del marxismo a la realidad latinoamericana, se disiparon por la fuerza misma de las cosas. En el mejor estilo decimonónico, burgueses y proletarios entablaron una violenta lucha de clases, que, desembocando en una situación prerrevolucionaria de corte leninista, se resolvió con el triunfo de la contrarrevolución. El impulso que ganó el marxismo en el campo intelectual, su penetración definitiva en el mundo académico, ya no pudo contenerse.
Los sucesos actuales de Nicaragua marcan un nuevo hito en esa evolución. Además de su dimensión política, que anuncia la caída de una dictadura dinástica de más de 40 años, contiene ricas enseñanzas para nuestros estudiosos. Allí donde muchos de ellos dudaban en aplicar las categorías marxistas de clase y, alegando la especificidad de los países centroamericanos, pretendían ver una sociedad regida por una oligarquía o, a lo sumo, por una “burguesía de Estado”, ha emergido una auténtica burguesía. Una burguesía perfectamente definida, dispuesta a luchar en contra de su fracción que detenta el poder estatal y a sojuzgar al movimiento revolucionario que, conducido por los sandinistas, amenaza con ir más allá del derrocamiento de Somoza.
En tanto que categoría, la burguesía ya no es un rasgo excepcional de la sociedad chilena: se ha vuelto también nicaragüense. Las masas trabajadoras de Nicaragua nos dirán si el Che tenía razón cuando negaba la excepcionalidad de la revolución socialista cubana y la proclamaba la única fórmula capaz de llevar hasta el final, en América Latina, la revolución democrática y antiimperialista.
Ruy Mauro Marini