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El equilibrio de Somoza: radicalización y compromiso en Nicaragua

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 8 febrero 1978.


En un país sacudido por una huelga general, que concluía ya su segunda semana de duración, y puesto bajo la más feroz represión, Anastasio Somoza Debayle llevó a cabo su farsa electoral. Aunque no se conozcan todavía los resultados al redactarse esta nota, es evidente que éstos tendrán que ser favorables al Gobierno, bastando para ello el alto índice de abstencionismo, que fuerzas de la oposición estiman en 80%. Sin embargo, la realización de los comicios representa, dentro del proceso de deterioro acelerado del régimen somocista, un éxito para éste.

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Concurrió, para ello, en forma significativa, el paso atrás dado por la burguesía. La actitud de ésta no se ha expresado tan sólo en los hechos, mediante el abandono progresivo del paro que había decretado. Se manifestó, también, en el comunicado difundido, el día anterior a los comicios municipales, por las dieciséis organizaciones patronales involucradas, en el cual éstas hacen público su apoyo implícito al régimen, bajo determinadas condiciones. Estas, además de referirse a la amnistía política, se resumen en medidas de democratización, a ser implantadas por el mismo Somoza (lo que implicaría la posibilidad de que las fracciones burguesas opositoras participaran directamente en el poder, aunque asociadas a la fracción somocista) y, desde luego, la exigencia de que la élite gobernante deje de ser “un desleal competidor de la empresa privada”.

La capitulación burguesa era previsible, desde el momento en que el paro cívico empezó a asumir características de una verdadera huelga de masas, originando que el movimiento sandinista pasara a intervenir de forma activa en el proceso. Desde mediados de la semana pasada se hizo patente que la fuerza del movimiento huelguístico se transfería de la burguesía a los trabajadores y arrastraba a amplias masas de la población. El proceso se acentuó y, un día antes que las organizaciones patronales hicieran público su apoyo condicionado a Somoza, la Confederación General del Trabajo declaró que los obreros mantendrían el paro, “ante cualquier intento de los empresarios de doblegarse a las amenazas y presiones del Gobierno”.

La radicalización del movimiento y la incorporación al mismo de sectores populares cada vez más amplios se completaron con un cambio cualitativo en el mismo: la huelga empezó a gestar en su seno acciones directas contra el régimen, y en particular contra la Guardia Nacional. Fue en ese contexto como la fracción armada del movimiento sandinista hizo su irrupción, demostrando fuerza militar y capacidad de movilización de masas. Los combates de Granada y Rivas, por ejemplo, lanzados por los sandinistas, tuvieron el carácter de auténticas batallas populares.

La insurgencia burguesa contra Somoza había estado determinada, desde un principio, por dos factores: sortear la crisis de dominación, abierta con la ofensiva de octubre de los sandinistas, deshaciéndose de una dictadura incapaz de hacerle frente, y poner fin a los privilegios de que goza la fracción burguesa somocista, que utiliza en provecho propio el aparato del Estado. Es comprensible, pues, que al ganar fuerza propia el movimiento y acentuarse, en ese contexto, la presencia política y militar de los sandinistas, los patrones cambiaran de táctica. Por lo demás, les parece —en lo que tienen razón— que, aún si supera la actual crisis, el régimen somocista saldrá debilitado y se verá forzado a buscar compromisos, que les permitirán lograr el segundo objetivo propuesto.

Sin embargo, si este fuera el resultado de la crisis, habría que considerar que habrán cambiado, también, las condiciones en que hasta aquí ha operado el movimiento sandinista. La posibilidad de arrastrar a la burguesía al movimiento antidictatorial, que ha influido en su estrategia, quedaría eliminada. Paralelamente —sin haber sufrido merma en su poderío militar—, su fuerza política, su convocatoria sobre las masas, saldrían fortalecidas. En consecuencia, si Somoza no cae ahora, para dar lugar a una democracia restringida bajo hegemonía burguesa, la lucha popular nicaragüense tenderá por fuerza a ligar el derrocamiento de la dictadura somocista con la implantación de un gobierno revolucionario.

Ruy Mauro Marini


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