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Brasil: el descrédito de la estadística

TeleSur

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 8 febrero 1978.


“La reivindicación salarial, que antes se hacía en las calles, en las luchas, con resultados mayores para los más fuertes, ha dejado hoy de ser un problema de calle, para ser un problema de matemáticas, de estadística.” Esta opinión del ministro del Trabajo brasileño, Arnaldo Prieto, sobre la acción del régimen militar respecto a los salarios, se basa en que éstos se fijan básicamente por decreto, en función del porcentual para el cálculo de reajustes, que el Gobierno establece mensualmente y que rige obligatoriamente las negociaciones sobre la materia.

Así, cuando anualmente los trabajadores, a través del sindicato respectivo, entablan conversaciones con la empresa para la aplicación del reajuste, se encuentran de antemano sometidos al tope fijado por decreto. Por lo demás, el Estado interviene en todas las fases de la negociación, impidiendo que estas queden en el ámbito de la relación asalariado‑patrón. Como lo dice el ministro Prieto, se trata de “una lucha que se entabla con toda cortesía, de manera elegante, en una mesa redonda bajo la presidencia del Ministerio del Trabajo, o de la Justicia del Trabajo, cuando no logramos una solución administrativa”.

El sistema tiene sus peculiaridades. El cálculo mediante el cual el Gobierno fija el factor de reajuste salarial es realizado por el Ministerio del Trabajo, sobre la base de los índices del costo de la vida. Ahora bien, desde octubre de 1969, el Ministerio ha dejado de divulgar esos índices. Se entiende, así, que, a una pregunta de los periodistas sobre cómo se calcula el factor de reajuste, el ministro de Hacienda, Mario Henrique Simonsen, haya dado esta insólita respuesta: “No lo sé. Esto tienen ustedes que preguntarlo al Ministerio del Trabajo”. En este contexto kafkiano, hay algo claro: las estadísticas gubernamentales, en Brasil, proceden de la Fundación Getulio Vargas, órgano oficial. Pero este elemento de clarificación no nos lleva muy lejos, dado que, hablando el año pasado en la Cámara de Diputados, el ministro de Hacienda admitió que los índices del costo de la vida habían sido artificialmente rebajados, en 1973 y 1974.

Es natural que el conocimiento de este hecho desacreditara las virtudes de la estadística para resolver los problemas de la lucha de clases, traduciéndose en una vigorosa movilización obrera en el país. En efecto, independientemente de los procedimientos adoptados para falsificar los índices, los trabajadores metalúrgicos —la categoría obrera más organizada y combativa— señalaron que “nuestro reajuste debería ser del 31 por ciento en 1973 y del 42.5 por ciento en 1974. Sin embargo, los reajustes en esos dos años fueron del 18 por ciento”.

Los trabajadores brasileños no se contentan con la simple reposición de la pérdida, sino que cuestionan el propio mecanismo que la ha hecho posible. En este sentido, apuntan, fundamentalmente, a restablecer las negociaciones directas entre asalariados y patrones. Tanto más que, en 1976 y 1977, la tasa de reajuste fue nuevamente reducida mediante procedimientos administrativos. El mismo Banco Mundial, en su informe de 1977, indica que, en junio de 1976, se eliminó del cálculo de dicha tasa el cuatro por ciento relativo al aumento de la productividad.

Los trabajadores brasileños no descartan, todavía, como instancia en caso de conflicto, al arbitraje de la Justicia del Trabajo. Llegarán, sin duda, a ello, dado que ésta, más que ser un medio de solución, constituye en realidad un instrumento de mediatización. Es lo que demuestra el hecho de que los procesos de años anteriores a 1976 que no recibían todavía solución sumaban, tan sólo en las juntas de conciliación del estado de Sao Paulo, 228,000, a los cuales habría que agregar los 171,000 que allí se presentaron en ese año.

Ruy Mauro Marini


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