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Eslabón débil: la engañosa estabilidad brasileña

Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 14 de febrero de 1979.


Una de las consecuencias de los sorpresivos acontecimientos de Irán ha sido la de despertar en Estados Unidos nuevas preocupaciones, llevándolo a centrarse de manera menos obsesiva en sus relaciones con la Unión Soviética para abrir los ojos a lo que ocurre en los países de su periferia. En efecto, se ha sabido que el presidente Carter solicitó del Departamento de Estado y la CIA estudios especiales sobre países que, revistiendo importancia para la cadena de la dominación imperialista, presentan señales de “inestabilidad” y se constituyen, pues, en eslabones débiles de dicha cadena. Entre esos países, figura, en América Latina, Brasil.

El interés norteamericano se justifica, sin duda, por el hecho de que Brasil ingresará, a partir de marzo próximo, en el quinto período presidencial de su régimen militar, al ceder el general Geisel su puesto al general Joao Baptista Figueiredo. Aunque ese cambio se realiza dentro de la lógica del régimen, se da empero sobre la base de dos tendencias: un desarrollo sostenido de la oposición política, en cuyo seno gana cada vez más peso el movimiento popular, y la búsqueda de una autonomía relativa en el plano internacional, que ha producido ya roces con Estados Unidos. Los nombres que integran el ministerio que acompañará a Figueiredo, que se han dado a conocer recientemente en Brasilia, no hacen sino confirmar la persistencia de esas tendencias.

En dicho ministerio, los puestos‑clave, que corresponden a sus dos grandes ramas: la político‑militar y la económica, quedan en manos de quienes han sido los hombres fuertes del gobierno de Geisel. Así, el general Golbery do Couto e Silva, ideólogo por excelencia de la élite militar gobernante y responsable de las tesis geopolíticas en que se basa el proyecto subimperialista brasileño conserva la jefatura del gabinete civil; en el Ministerio de Planificación, convertido en superministerio económico, quedará el actual titular de Hacienda, Mario Henrique Simonsen, conductor de la política recesiva puesta en práctica en el último período.

El telón de fondo sobre el que se desarrolló la designación de los titulares de algunos ministerios significativos indica también que Figueiredo se propone continuar la política de apertura controlada, iniciada por Geisel en el plano interno, y de relativa autonomía internacional, que venía ya de antes. Es así como, en Minas y Energía, el escogido no fue Joao Camilo Pena (quien ocupó el de Industria y Comercio), debido a sus restricciones al acuerdo nuclear con Alemania Federal, del mismo modo como el ex ministro de Planificación del gobierno de Castelo Branco, Roberto de Oliveira Campos, fue descartado del de Relaciones Exteriores gracias a su conocida inclinación pro norteamericana. En el plano interno, destaca la designación del actual presidente del Congreso, Petronio Portella, quien ha sido el principal articulador civil de la apertura desde arriba impuesta por Geisel, para el Ministerio de Justicia. No deja de ser también llamativo que Murilo Macedo, ex secretario de Hacienda del estado de Sao Paulo y hombre de confianza de la gran burguesía, haya sido destinado a un puesto particularmente crítico en la actual coyuntura, como es el Ministerio de Trabajo.

Todo ello está mostrando que el gobierno del general Figueiredo se perfila en una línea de continuidad respecto a Geisel, tanto en política interna como externa. Esa continuidad, paradójicamente, no augura estabilidad, sino más bien se constituye en factor capaz de agravar los problemas que, en ambos planos, han hecho irrupción en años recientes. Es, pues, la aparente solidez del régimen militar lo que ha llevado al presidente Carter a incluir Brasil en la lista de países “inestables” que proporcionan a Washington motivos de preocupación.

Ruy Mauro Marini


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