China y Estados Unidos: nueva amenaza para la paz mundial
Fuente: Archivo de Ruy Mauro Marini. Publicado en El Universal, México, miércoles, 7 de febrero de 1979.
La política exterior aventurera y ultraizquierdista de China, iniciada en el período del “gran salto adelante”, y acentuada en el de la “revolución cultural”, se saldó con sucesivos fracasos. Esto le significó al país un retroceso en el plano internacional, que redujo a casi cero la influencia y el prestigio adquiridos en la década de 1950, particularmente en el marco del movimiento de los no alineados. Pero ya con la reacción contra la “revolución cultural”, que comandó Chou En‑lai, y con más fuerza aún tras la muerte de Mao Tsetung, los dirigentes chinos han pasado a rectificar rumbos, bajo el aguijón de su rivalidad creciente con la Unión Soviética.
La reanudación de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y la visita del viceprimer ministro Teng Hsiao‑ping a ese país representan la coronación y pueden ser un nuevo punto de partida en la política de acercamiento a los grandes centros del mundo capitalista, que se había iniciado con el estrechamiento de lazos con Europa occidental y Japón. El aspecto peculiar, y potencialmente peligroso, de esa política es que, como la anterior, se realiza también a ultranza, sin ningún matiz o contrapeso. Los propios dirigentes de los países capitalistas se quedan cortos ante la virulenta campaña antisoviética desatada en Estados Unidos por Teng y su actitud prepotente y amenazadora respecto a Cuba y Vietnam.
Esa cambiante política exterior china no es una variable autónoma, independiente de la política interna, donde se disputan distintas facciones. Así, la diplomacia maoísta, hoy identificada con la llamada “”banda de los cuatro”, correspondió a una concepción particular respecto a la edificación del socialismo que, al tiempo que veía en el progreso técnico un agente de relaciones capitalistas y se orientaba hacia una estructura socioeconómica basada en pequeñas unidades productivas, de carácter marcadamente campesino, tendía también a limitar la relación del país con la economía mundial. Una expresión exacerbada de esa concepción fueron las medidas puestas en práctica en Cambodia, por el régimen de Pol Pot, así como, en el plano teórico, el libro de Malcom Caldwell, La riqueza de algunas naciones, donde, en polémica con Adam Smith, establece una relación necesaria entre la moderna economía mundial y la explotación de unos pueblos por otros.
En el mismo sentido, la nueva política exterior china, que tiene su figura máxima en Teng, fue precedida del abandono de esa concepción en beneficio de lo que se ha llamado de “las cuatro modernizaciones”. Con énfasis en la industria, la agricultura y el complejo bélico, estas enfatizan la incorporación de la tecnología más avanzada y se dan como meta la conversión de China en una gran potencia. Así como la política maoísta se acompañó de medidas como el trabajo manual obligatorio para todos y la retirada de ciertos privilegios a los residuos de la burguesía local, la política actual ha implicado la restitución de esos privilegios y la exención del trabajo manual para los intelectuales y burócratas.
El aspecto peligroso de la actual política china reside en el hecho de que coincide con una mayor agresividad del Gobierno norteamericano hacia la URSS, que se hizo sentir después de la llegada de Carter a la Casa Blanca. Pero ella plantea también el problema de cómo, en el movimiento de la revolución socialista en países atrasados, un puñado de intelectuales puede imponerse como dirección a la masa campesina y utilizarla como base de sus luchas facccionales. Esas luchas, desprovistas del contrapeso que establece un proletariado desarrollado y organizado, correrán siempre el riesgo de traducirse en posturas aventureras y, como tal, sobre todo si se dan en países del porte de China, constituirse en factores perturbadores para la paz mundial.
Ruy Mauro Marini